Adelante

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Noa hizo una reverencia al entrenador del equipo de baloncesto cuando le dio las llaves del gimnasio y, a continuación, corrió hacia la puerta del gimnasio, donde Mayu la estaba esperando. Las dos chicas se habían quedado más tiempo entrenando hasta que los chicos del equipo de baloncesto llegaran. El resto de sus compañeras ya se habían ido y Jiro se había quedado un rato con ellas, pero al final Noa y Mayu tuvieron que recoger todos los materiales porque el manager parecía de repente muy ocupado y dijo que se tenía que marchar rápidamente.

Cuando Mayu y Noa se dirigían hacia el vestuario, vieron pasar al chico a toda velocidad en su bicicleta.

—¡Nos vemos mañana, mis queridas guerreras! —canturreó al verlas.

—Ten cuidado, Jiro-kun.

—¡Vosotras también! —gritó antes de desaparecer a lo lejos.

Noa sonrió. No tenía muy claro cuándo había pasado, pero todo el mundo parecía que había empezado a entenderse y a llevarse bien. Noa aprendió qué era lo que tenía que hacer cuando Ayako estaba de mal humor (cosa que sucedía con mucha frecuencia, Jiro era el que mejor sabía animar a Chizuko cuando la chica pensaba que no podía hacerlo mejor, todas sabías cómo tratar con el manager tan excéntrico que tenían y, en definitiva, se habían dado cuenta de que lo podían pasar muy bien todos juntos. Los entrenamientos eran muy duros y eran conscientes de que debían trabajar muy duro para conseguir sus objetivos, pero estar en el equipo de volleyball ya no era una tortura o una obligación, en especial para las de tercero. Era algo con lo que divertirse.

En unos pocos minutos, Mayu y Noa ya estaban listas para volver a casa. Atravesaron el campus, pero Mayu se detuvo en una maquina expendedora del campus e introdujo un par de monedas.

—¿Quieres algo? Yo invito.

—No, gracias —Noa sonrió de forma amable.

Mayu cogió una botella de té verde y se sentó en un bordillo cercano.

—Estoy agotada —Noa asintió, tomando asiento a su lado—. Cuando llego a casa, ni siquiera me apetece ponerme a hacer los deberes. Solo quiero tumbarme en mi cama y mirar al techo durante horas.

—Es solo cuestión de tiempo. Te acostumbrarás a esta rutina.

—Eso espero —Mayu estiró los brazos—. Tengo tanto dolor en los músculos y en sitios que ni siquiera sabía que existían...

—Si esto es muy duro para ti, deberías tomártelo con más calma. No tienes por qué quedarte conmigo.

—No me importa —Mayu se encogió de hombros—. Me quedo porque me lo paso bien contigo.

Noa la miró de reojo. Mayu dio un sorbo a su bebida, su mirada perdida en otra parte, su pie dando toquecitos al suelo de forma intermitente. Aquella no era la primera vez que Noa notaba a Mayu más nerviosa o impaciente de lo habitual, en especial cuando se quedaban a solas. Pero Noa no era capaz de adivinar de qué se trataba exactamente.

—Mejorarás si sigues trabajando así —añadió Noa, pero Mayu se limitó a asentir.

Durante los siguientes minutos, Noa y Mayu permanecieron sentadas en el bordillo, en un silencio cómodo. El cielo empezaba a teñirse de distintos tonos naranjas y violetas y la brisa fresca de septiembre les acarició el rostro. Era la primera vez que se sentaban a descansar tras un entrenamiento, pero Noa sentía que lo llevaban haciendo prácticamente toda la vida.

—¿No te sentiste incómoda cuando todas empezaron a interrogarte sobre Shirahama? —le preguntó Mayu.

—No importa.

Durante todo el día, sus compañeras le habían estado bombardeando con preguntas sobre su fin de semana en Shirahama. Querían saber lo que había hecho, qué sitios había visitado y, sobre todo, querían ver fotos de Daichi fuera de la escuela. Noa intentó responder a todas sus peguntas con sinceridad, aunque decidió guardarse para sí misma algunos detalles. Desde la discusión en el karaoke, Noa y Daichi no habían hablado más de lo estrictamente necesario, algo que preocupaba a la chica.

Haikyuu!!: Una historia diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora