1. Un café y una guitarra.

133 16 8
                                    

(20/12) – 4 días de Nochebuena.

Si pudieras internarte ahora mismo en mi mente solo verías una gran nube negra que impediría tu vista, estoy tan preocupada que apenas pienso con claridad, y no suelo hacerlo frecuentemente.

Os preguntaréis cual es mi gran preocupación, no lo neguéis sois cotillas, no pasa nada, yo también.

Primero de todo me presentaré, es lo más correcto ¿no?

Me llamo Leah, tengo veintiún años y soy escritora. Diréis ahora ¿dónde está el problema? Ese es el problema, soy "escritora" y lo hago entre comillas pues no creo que se me pueda considerar una escritora de pies a cabeza, pues nunca mi mente y mi corazón van a mano y cuando mi mente tiene una idea brillante mi corazón dice no, y viceversa.

En resumen, lo más cerca que he estado de publicar un libro fue cuando mi prima pequeña robó mi diario de cuando tenía doce años y lo distribuyó como historietas en el periódico escolar.

Ahora el segundo problema, estoy más sola que la una. Y no es broma, otras navidades se acercan y yo sigo sin poder llevar una pareja estable a casa de mis padres.

Bravo Leah ¡cuarto año consecutivo! Tu puedes.

Lo peor no es la pareja, es que unido con mi mala suerte en el amor nunca he podido cumplir mi promesa de presentar una persona a mi familia, una persona que me quiera tal y como soy, que ame mis defectos y mis virtudes, que me quiera por lo que soy y no por lo que muestran de mí: Una autora fracasada sin futuro.

Si es que al final tendrá razón mi padre, debería haberme metido a ciencias.

Afortunadamente soy una persona positiva y miro lo mejor de todo, es decir, ¿para qué quiero una pareja en Navidad? Para comprar pijamas a juego, ver películas románticas, decorar el árbol, intercambiar regalos. Eso está sobrevalorado, no lo necesito.

No lo necesito, pero luego me paso horas enteras viendo parejas en Instagram y Pinterest.

Que sola estoy.

(***)

—¡Susan!

—¿¡QUÉEEE?!

Como la quiero, aunque la querría más si no me reventara el oído cada vez que me grita.

—No grites así no estoy sorda.

—Descuida, lo estarás.

Mira como me río.

—¿Qué quieres Leah?

—Necesito tu ayuda—le dije abrumada. Vamos nada nuevo en realidad—. ¿Me ayudarás?

—No

Gracias queridísima amiga.

—Bueno sí, pero con una condición—dijo mientras esbozaba una pequeña sonrisa.

Aquí viene con sus condiciones, la muy borde siempre me pide dinero por un favor que me hace: limpiar cinco euros, cocinar seis euros, favores no referidos al hogar más de veinte euros.

Que se piensa que soy yo, ¿el Banco de España?

—Bien dime, pero rápido tengo turno.

—Uhm, ahora mismo no sé, espera ¿has dicho que tienes turno? — comentó mientras que esbozaba una sonrisa pícara.

Que no empezara otra vez por favor.

—Bueno Leah, tú ya sabes lo que opino de todo esto y sabes que Óscar me parece una buena oportunidad para resol— la interrumpí antes de que dijera alguna estupidez que me hiciera sonrojarme.

Soltera, ¿un año más?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora