10. La carta y la película de amor.

62 11 12
                                    

Me quedé bloqueada al ver una carta sellada en el buzón esa mañana, la cogí y entré en la cocina dispuesta a hacerme una tila y abrirla.

Aunque había llegado el momento, y tenía en mis manos la carta que pese a que deseaba recibirla desde hacía meses en ese momento me hacía debatirme entre quemarla o no, una fuerza como la que aleja a los polos iguales en los imanes me hizo dejarla como si quemara en placa de la cocina.

— La carta de admisión ¿no? — dijo mi madre desde la mesa de la cocina.

— Sí — contesté sin ganas —. Mamá qué voy a hacer.

— Abrirla, lo primero.

— Muy graciosa.

— ¿No la esperabas desde hace tiempo?, ya la tienes, ábrela — dijo entusiasmada.

Suspiré y me aseguré de que nadie bajaba por las escaleras antes de coger y abrir la carta.

Y cuando lo hice flipé.

— Aceptada — dije en un susurro.

Mi madre se precipitó desde la mesa y comenzó a llorar.

— Oh Leah, mi pequeña ¡eso es fantástico! — comenzó a decir mientras se limpiaba los ojos con la bata de dormir —. ¡Mi niñita vuelve a casa! Y por cuatro años, espera que lo sepa tu padre.

Le chisté de una forma no muy silenciosa y ella rodó los ojos.

— No voy a matricularme.

Mi madre juntó las cejas y ensombreció el rostro.

— ¿Qué no vas a qué?

— A matricularme mamá, ¿acaso me escuchas?

— Cuando dices estupideces no — me espetó y cogió una silla para sentarse a mi lado —. Leah, llevas soñando con esto años y años.

Escondí mi rostro, pero estaba casi segura de que mi madre me vio llorar cuando pronunció esas palabras.

Me sorbí la nariz y guardé la carta en mi bolsillo, hoy no iba a preocuparme por eso, además, tenía tiempo para pensarlo.

Mi madre hizo el favor de comentar nada, y menos mal porque Peter bajó a los minutos.

— Buenos días familia — saludó Peter mientras bajaba por la escalera —. ¿Cómo has dormido amor?

— Bien — le contesté y le besé la nariz.

— Oh, que belleza el amor joven, ¿verdad Bea? — dijo mi madre cuando llegó mi hermana.

— Sí, hermoso — admitió ella y cambió su rostro a uno más serio —. ¡Niños a desayunar!

Nos sentamos todos a la mesa y empezamos a desayunar café con tostadas que habíamos preparado.

— Bueno, os tenemos una buena noticia ¿verdad Leah? — comentó mi madre ilusionada.

Qué, oh no.

Que te descubre el pastel, boba.

Tosí fingiendo que me atragantaba, pero claro mi madre tenía otros planes.

— Sí, ha llegado una carta de...

— De una amiga de la infancia — mentí —. Se ha enterado que estaba aquí y me ha invitado a mí y cinco personas más al cine.

Vaya excusa de mierda.

— Ajá — comentó mi hermana mientras saboreaba su café —. No me lo creo.

Yo tampoco y soy su conciencia.

— Vale... No era eso — admití y vi brillar los ojos de mi madre —. Es una felicitación por las fiestas de mi ex.

Soltera, ¿un año más?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora