11. El mago de los colmillos sexys.

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Hoy era 31 de diciembre, ¿y eso significaba qué...?

Pues que acababa el año.

¡Por fin!

Haber, no malinterpretéis, me ha gustado el año, pero que mejor que empezar uno nuevo junto a alguien.

Junto a mi novio.

Menos mal chica, creí que serías una solterona toda la vida.

Me pasé la mañana dándole los últimos toques a mi novela.

O eso creía.

A mitad de la mañana, como llamado por mi gran mala suerte, me llamó mi jefe "pidiéndome", bueno más bien "exigiéndome" que le enviase mi trabajo lo antes posible.

¡Ah! Y que de ser posible adelantara mi vuelta a Madrid.

— No te desanimes Leah, será que confían en ti — dijo Susan desde el teléfono.

— Ya, o que quieren ver mi cara de estúpida a la vez que me despiden — dije mientras que frotaba mis sienes con desesperación.

— Bueno, no adelantes acontecimientos, no sabes que va a pasar mañana, pero seguramente estés más relajada.

Le di un sorbo a mi café y me acomodé en el sillón del salón de mis padres, todo seguía como hacía unos días, la chimenea calentaba la estancia dándole un ambiente más hogareño y más de novela romanticona.

Si es que, para que engañarnos.

— Oye y al final ¿qué hiciste con la carta de la universidad? — escuché decir y se me cayó el alma a los pies.

Tosí con el miedo de que alguien de la casa lo hubiera escuchado, especialmente Peter, que aún no sabía sobre la carta, y peor aún, no sabía que había aceptado en abrirla. Pero bueno, después de lo de anoche creo que su última preocupación es la carta.

Sí vale, la había abierto – antes de... bueno, eso ya sabéis – y para mi sorpresa me habían concedido una beca, pero eso no significaba nada, aún podía rechazarla y que la concediesen a otro.

Hablando de mi novio, ¿dónde se suponía que estaba? No lo había visto desde ayer tras la cena, esta mañana no estaba en la casa y tampoco recuerdo haberlo notado entrar a dormir anoche.

Sospechoso.

Muy sospechoso.

— ¿Sigues ahí? — preguntó Susana.

— Sí perdona, es que estaba pensando.

Suspiré y Susana tosió como diciéndome que prosiguiera.

— No he visto a Peter desde ayer.

— Bueno, quizás está agobiado.

— Sí.

O quizás se arrepiente.

Sacudí mi cabeza y empecé a moverme por la sala atrayendo la mirada curiosa de mi sobrina pequeña, Asha, que acababa de desayunar y me observaba fijamente de la silla trona.

Me acerqué a ella con la intención de tranquilizarme con su presencia.

Funcionó, no, pero la intención es lo que cuenta.

Ella a pesar de todo debió notarme nerviosa porque me hizo unos pucheros y comenzó a tocar mi mano que reposaba en la mesa.

— No sé Susana, quizá se arrepiente.

— Créeme Leah, ese chico se arrepiente de todo menos de haberte conocido.

¿Qué?

¿Qué significaba eso?

Soltera, ¿un año más?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora