8. Veo tus ojos brillar.

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(25—12) – Navidad.

La mañana de Navidad era de las más bonitas del año, toda la familia de punta en blanco luciendo sus mejores ropas y festejando por uno de los días más bonitos del año.

Esa mañana todo indicaba que nada había ocurrido el día anterior, pero había algo raro, Peter no apareció en toda la mañana.

Ni cuando bajé a desayunar lo encontré, y además como si tuviera poco mi familia no contestaba a ninguna de mis preguntas.

Yo había procurado vestirme lo mejor posible para la ocasión, llevaba un vestido rojo de manga larga, unas medias negras, unos botines de cuero, una chaqueta de cuero y, además, llevaba el pelo recogido en una trenza.

— Vamos hermana, llegaremos tarde.

Subimos al coche y fuimos a cumplir otra de las muchas tradiciones que mi familia y yo teníamos en Navidad, íbamos a la Iglesia en familia y luego íbamos a la plaza de la ciudad a ver la decoración navideña.

Admito que no estuve muy centrada en todo lo que hicimos esa mañana, la no presencia de cierto señorito de ojos verdes me afectaba más de lo que podría admitir en voz alta.

— No se ha ido hermanita, dijiste que estaban sus cosas en el cuarto — dijo Bea mientras conducía hacia la plaza.

— Sí — musité entre triste y decepcionada.

— Pues entonces no sufras, por la cuenta que le trae no te hará daño — comentó Héctor mientras me rodeaba con el brazo.

Llegamos a la gran Plaza Mayor, toda rodeada por tiendas, restaurantes, cafeterías y con un gran árbol de Navidad en el centro del lugar, donde decenas de personas se agolpaban para hacerse fotos sin parar.

Por las calles adyacentes se encontraban las tiendas más famosas, encontrábamos desde tiendas de ropa y maquillaje hasta joyerías, tiendas de juguetes, electrodomésticos, muebles, peluquerías, etc. Y mucha gente, muchísima gente.

Nada más llegar comenzamos – como no – a hacer el ridículo, para empezar, le pedimos a un guiri que nos hiciera una foto familiar. Lo normal sería dejar estas situaciones al familiar que más inglés entendiese.

Yo.

Pues no, en mi familia preferían hacer el ridículo antes de dejar que su hija con un C1 en nivel de inglés le pidiera amablemente a un extranjero – sin pasar vergüenza – que nos sacase unas fotos.

Después de la intensiva sesión de fotos, que por cierto quedaron genial, nos dividimos para comprar algunas cosas y tomar algo.

Yo me fui sola, porque no me gustaba en absoluto el plan que mi familia llevaba: Héctor, Luca y la niña iban a la juguetería; Bea su marido e hijos iban a comprarle unos pendientes a Dalia a la joyería y mamá y papá habían quedado con unos antiguos amigos de la facultad.

Tomé una de las calles al azar, obviamente una por la que no se hubieran ido el resto y me compré algunas cosas.

Pasé por la librería y me auto regalé un libro que había estado mirando por internet "Cuando no queden más estrellas que contar". También pasé por la tienda de ropa y como nada me convenció terminé por pasar de nuevo por la librería para comprarle un regalo que me faltaba a Dalia.

Después me reuní con todos en el punto de partida y nos tomamos algo en un bar antes de volver al coche.

Cuando me quería dar cuenta la mañana había pasado volando y cuando llegamos a casa él seguía sin estar ahí.

Subí a la habitación, dejé mis cosas y volví a bajar para decirles que no me esperasen para comer.

Él seguía sin aparecer.

Soltera, ¿un año más?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora