13. Secretos y mentiras.

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Eso no suena nada bien, nada nada bien.

— Vale — musité.

— Bueno... ehm

Se le veía incomodo con la situación, muy incómodo de hecho, se revolvía el pelo cada dos por tres y se frotaba las sienes con desesperación.

— No es tu culpa — dije —. Digas lo que digas no es tu culpa, entiendes.

— Eso no lo sabes — dijo irónicamente.

— No, pero te conozco — dije más para mí que para él —. No te sientas forzado a decírmelo, hazlo cuando estés seguro.

— Gracias — susurró acercándose a mí para poder abrazarme —. No sé qué haría sin ti Leah.

— Seguir sirviendo cafés en una cafetería cutre de Madrid — vacilé.

— Oye — chitó enfadado —. Tu venías a esa cafetería antes de conocerme.

— ¿Y?

— Dices que es cutre, ¿por qué venías entonces? — dijo con una sonrisa pilla.

— Para tomar café, para que si no.

— Ajá.

— Ahora enserio, ¿para que iría?

— Para verme.

— Egocéntrico.

— Ya, pero te encanta.

Noté subir el color por mis mejillas, por muchas veces que él me hubiera hablado así nunca me acostumbraría, creo que nunca llegaría a acostumbrarme realmente a Peter, por mucho que quisiese hacerlo.

Como bien decía, pasamos de estar riendo por una de sus bromas a que él tornara de nuevo su cara seria para sentarse en la cama y apoyarse con los codos sobre sus muslos en señal de agotamiento.

Me dolía verlo así, no sabía qué hacer, era quizás la primera vez que vi a mi chico favorito tan triste y abatido.

Pero no iba a permitir que esto nos arruinara nuestras primeras vacaciones juntos.

— Ven vamos, disfrutemos el día — dije cogiéndole del brazo.

— Pero... — me contestó bastante desconfiado mirando hacia nuestras cosas —. Tendríamos que recoger e irnos mejor.

Puse un mohín y él terminó cediendo acompañándome al exterior de la casa, allí nos encontramos con Charlie y Evelyn que llegaban a casa bastante enfadados y sin rozarse el uno con el otro, fue cuando llegaron a escasos metros de nosotros que Charlie cayó en nuestra presencia y torció la boca simulando una sonrisa.

— Tenemos que hablar, Peter — dijo mirando por el rabillo del ojo a Teo y David que acababan de llegar. Peter se fijó en ellos y les señaló para que se fueran.

— Ahora no Charles, me voy con mi novia a pasar la tarde, si me disculpas — le contestó pasando por su lado sin mirarlo si quiera —. ¡Ah! Y no nos esperéis para dormir, nos vamos esta misma noche — y con eso terminó dejando a su madre bastante triste y a su padre bastante enfadado.

Subimos al coche donde por petición expresa de Peter también subieron David y Teo, él arrancó y empezó a conducir sin rumbo por diez minutos dejando una atmósfera de completo silencio.

— ¿Quieres decirme por qué les has dicho eso? — dije contrariada evitando mirarle a toda costa.

— ¿El qué? — contestó con indiferencia.

— Que nos vamos, hemos venido a que veas a tus padres ¿no?

Él frenó en seco, al principio me asusté pensando que estábamos en la carretera, pero realmente – y no sé ni cómo – habíamos llegado a un parking.

Soltera, ¿un año más?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora