La ciudad era fea. De callejuelas estrechas que llegaban hasta donde alcanzaba la vista. La luna era apenas perceptible entre los andamios y la neblina. Las farolas era lo único que se veía firme en aquél extraño barrio.
Sin embargo, nada de esto era ajeno a sus ojos. Nunca había vivido allí. Sus padres le habían dado todo. Nunca le había faltado nada. Pero ella era diferente. Preocupada por el mundo, por los demás, por tratar de componer destinos y personas que parecían no tener remedio. O por amar a gente que no cumplía con los estándares de sus padres. Como en este caso.
De lejos, contempló los restos de la casa. Una matanza cruel. Una cólera de un amor prohíbido. Un amor que no hacía daño a nadie. Un inocente cosquilleo entre dos almas. No había pasión ni sexo, ni siquiera besos robados, era un esbozo mal hecho de un cuento de hadas.
Enfundada en su abrigo de segunda, que guardaba en un escondrijo y que usaba sólo para esos momentos, caminó lentamente entre los escombros. Unas luces de Navidad yacían entre los escombros, así como una figura de acción rota. Cuántas vidas inocentes, por su culpa...
En el suelo, halló un dije con un símbolo extraño. Eran su inicial y la de ella, hecho con un alambre retorcido, y pintado de color vino con un esmalte de uñas barato. En la intersección de ambas letras, llevaba una pequeña rosa de latón. "Amor de precario".
Él ya tenía todo preparado. La sorpresa. Sabía que ella amaba los pequeños detalles. Por un segundo, él había pensado en ella. Había ahorrado por varias semanas, para comprarle el anillo con flores que vió en un escaparate mientras iba a dejar una encomienda. Era un anillo barato, simple, pero era perfecto para ella. Y el dije. Él no tenía nada para ofrecer. No tenía dinero. Pero había cambiado. Había empezado a vestir bien, aún los domingos y sus piercings habían desaparecido.Había vendido sus videojuegos y la consola. Tan sólo se había quedado con la laptop, la impresora y los parlantes. Todo el equipo de videojuegos, vendido por un buen dinero. En secreto, se inscribió en el colegio nocturno. Terminar la secundaria, para estudiar en la universidad. Para dejar de ser un don nadie. Para ser digno de ella.
También vendió la motocicleta, el amor de su vida. Rentó un apartamento, en el Este, en una zona que otrora él jamás hubiera imaginado. Consiguió trabajo en un supermercado cercano como bodeguero. Un trabajo más digno que ser el simple chico de los recados, algo que le reconfortara.
Pero todos esos cambios no bastaron para convencer a la familia. Los tatuajes de un pasado incierto y su mirada desconfiada aún permanecían. Él fue un simple empleado del señor, y aunque todos lo apreciaban como empleado, no lo imaginaban más allá que un mensajero y mandador. Ellos salían. Encuentros furtivos, salidas a comer unas papas tostadas con Coca Cola en un parque de la capital, o a andar sin rumbo por las grandes avenidas, simplemente tomados de la mano, ella vestida con algún regalo de él, siendo una más entre la gente. Ella sabía que él no tenía unos grandes lujos, pero aún así le quería, ¡cómo le quería!. Le regalaba algún detallito pequeño, y él le regalaba algún accesorio de la tienda de 1 dólar, o alguna suéter comprada en la ropa de segunda, y ella decía a su madre que la había comprado en Zara, Forever 21 o cualquier tienda de esas (que por cierto odiaba).
El día de la tragedia, se despertó motivado. La noche anterior, había comprado la colonia más cara que halló, la del aroma más exquisito y fino. En la tienda de segunda, halló una camisa en excelente estado, así como la chaqueta de un traje a juego, y compró el ramo de rosas más grande y hermoso. Se arregló, rumbo a su cita. Llamó a un taxi para no ensuciarse en el trayecto. Era su momento...Pero la madre de ella se enteró. No iba a permitir que su hija usara porquerías de ropa americana, o que le comprara comida en una soda cualquiera que ni permisos de salubridad iba a tener. Ni que la llevara a conocer a su simplona y drogadicta familia. La casa de su familia fue incendiada en la noche de Navidad. Nadie sobrevivió. En cuanto a él, llegó a la casa, sí. Pero la chica nunca lo vió. Lo único que halló, mientras salía rumbo a la iglesia para la misa de Navidad, fue un curioso anillo, que en algún momento tuvo algún accesorio, como una flor o algo similar, con unas manchas similares al óxido. Se enteró más tarde, cuando él no llegó al punto de encuentro común.
Ahora, en las ruinas de la casa de él, ella entendió que nunca encontraría la felicidad. Él no estaba con ella por el dinero o los lujos. Y ella no estaba con él para conseguir drogas. Él fue quien abrió su corazón a ella, y ella le mostró el suyo, algo roto. Él lo reparó pacientemente. Ahora, mientras un relámpago surcaba el cielo, ella miró todo lo que había sucedido por su culpa. Tomó el dije, se enfundó en su abrigo de segunda, y salió de ese barrio pintoresco y extraño, hacia, quizás, un destino desconocido.
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Relatos de una Noche sin alma
RomancePara poder llorar y desahogar lo que llevo dentro, suelo pensar en alguna persona, e imaginar historias tristes. Otras ocasiones, intento pensar en un "y que pasaría si...". El amor para mí es un concepto difícil de descifrar. Mis padres son rígidos...