8. Deja-vú

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Y volviste... Contra toda expectativa y pronóstico. Dios tarda, pero no olvida. Cada día, durante casi 5 años, recé. Recé incesantemente. Aún cuando todo lo veía perdido. Aún cuando me hubiese acostumbrado a Stiven y se hubiese tornado agradable su compañía. Aún cuando ya no quedara recuerdo tuyo. Volviste...

Volviste, como si de un largo viaje se tratase. Una gran maleta de experiencias, de risas, de recuerdos. Recuerdos que quisiste compartir conmigo, como un padre que regresa al encuentro de su hijita luego de un viaje de negocios, y ella le pregunta sobre su viaje. Y mi mente, turbulenta y llena de demonios, vino a encontrar la luz divina; un oasis, un cojín donde apoyar mi cabeza llena de sentimientos encontrados. Fue maravilloso, por menos de un triduo, tener un lugar de luz. Rápidamente las enredaderas crecieron y comenzaron a florecer de tu mano. Tú, que aprendiste a quitarles las malezas y supiste cuidarlas con tus manos prodigiosas. Tus mil cuidados para con ellas, cada detalle, cada risa, hicieron de abono suave y fragante como la mirra. Un recuerdo frágil, como la suave carne de la almeja, una perlita que sólo tú puedes sacar.
Porque vos fuiste el primero que tuvo la paciencia de tomar un cincel y romper la piedra que tenía por corazón, y encontrar dentro un torrente de lágrimas, y un tesoro dulce como la miel.

Junto a mí, en mi escritorio, descansa la caja donde guardé tus recuerdos, con la primer huida. Parecen intactas, pero tienen un tinte de nostalgia. Porque te irás. Te irás y no podré remediarlo. Tío Munguía, Tío Jorge y Papá Nán preguntan por vos. ¿Y qué les voy a decir?

Que no tarde el amor.

Relatos de una Noche sin almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora