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"Por favor, Chaeng... No me dejes sola."
Esa maldita frase se repetía un millón de veces en su mente mientras miraba las luces de la ciudad desde la azotea de aquel abandonado edificio. Suspiró viendo el vapor que emanaba de su boca a causa del frío y se sentó en el borde, dejando su pies colgando hacia el vacío.
Sus labios estaban blancos y rostro pálido mientras los copos de nieve caían sobre su cabeza. Sus pulmones quemados ardían a causa del llanto que soltó cuando corrió lejos de su casa, dejando a Mina sola y un terrible sabor amargo en su boca.
De repente, sintió su rostro húmedo y miró hacia el cielo rojo, cubierto completamente de nubes. Las pequeñas gotitas de lluvia comenzaron a hacerse gigantes, una tormenta torrencial caía sobre ella, pero no le importaba. Las luces se han ido, los días han terminado y ella seguía ahí, con su corazón latiendo, luchando por pagar el alquiler en largas noches junto a personas extrañas.
Chaeyoung estaba cayendo de a poco, lo sabía. No sabía qué hacer realmente, ¿debía seguir o dejarse caer en las garras de la oscuridad? La gente siempre dijo que ella está en el equipo de clase A, atrapada en su ensueño que intenta hacer realidad, pero cada vez esa posibilidad de vuelve más lejana.
Ha sido así desde los 18, pero últimamente, su rostro parece emitir un sentimiento incoloro y agridulce, un sentimiento de anhelo y desilusión al mismo tiempo. Se estaba hundiendo lentamente, desperdiciando el tiempo en un futuro feliz que no parecía estar a su alcance, estaba viendo nuevamente sus esperanzas desmoronándose como pasteles.
Y entonces recordó lo alguien una vez le dijo: "Las peores cosas de la vida nos llegan gratis" y la verdad es que esa frase le hacía tanto sentido. Porque estamos justo debajo de la mano superior y nos enloquecemos por un par de gramos.
Chaeyoung ya no quiere salir esta noche y en cigarrillo ahogó todo su dolor, ¿debía saltar o ir a vender amor a un desconocido? Se levantó lentamente y caminó por el borde de la azotea, tambaleándose levemente de un lado a otro sin tener miedo de perder el equilibro.
– Hey – escuchó una voz casi ahogada, errática que le erizó los vellos de la nuca – Hace demasiado frio aquí afuera para que los ángeles vuelen.
La menor sintió sus ojos arder y bajó la mirada, deteniendo sus pasos.
– ¿Qué haces aquí? – preguntó borde – ¿No deberías estar en el club?
– Chaeyoung – la escuchó suspirar – Me preocupas.
– ¿Te preocupo? – rió y se volteó lentamente – ¿Es preocupación o lástima?
– Es preocupación, sabes muy bien que yo jamás he sentido lástima por ti – apuntó – Si estoy aquí parada frente a ti, es porque te quiero y no quiero que cometas una locura.
