Cap.I Aquella noche

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La noche envolvía el pequeño pueblo colombiano bajo un cielo tachonado de estrellas, invitando al descanso tras un día agotador

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La noche envolvía el pequeño pueblo colombiano bajo un cielo tachonado de estrellas, invitando al descanso tras un día agotador. Un silencio apacible reinaba, solo interrumpido por el canto de los grillos que llenaba el aire con su melodía nocturna.

En la casa de los Madrigal, la luz cálida de una vela iluminaba un momento especial. La anciana Abuela Alma y su nieta Mirabel compartían un instante íntimo, uno de esos momentos que el tiempo suele convertir en recuerdo.

—¡Mirabel, espera! —exclamó la abuela, su voz suave, pero firme. La niña corría por la habitación, sus pasos resonando con un ritmo ligero y alegre, mientras reía, burlándose juguetonamente de las manos que intentaban atraparla. Finalmente, Alma logró alcanzarla, rodeando su pequeña cintura y levantándola con ternura, antes de hacerle cosquillas sin tregua hasta que la niña casi lloró de la risa.

Cuando la risa se desvaneció, Alma suavizó su expresión y con un gesto cariñoso, indicó a Mirabel que se sentara a su lado.

—Mirabel, cariño, necesito que me escuches ahora. Lo que voy a decirte es importante —dijo, palmeando el espacio vacío junto a ella. La niña, aún respirando con dificultad por las risas, obedeció de inmediato, acomodándose con un aire de solemnidad infantil, ansiosa por descubrir el misterio que su abuela estaba a punto de revelar.

—Hoy te contaré sobre el origen de los dones de nuestra familia —comenzó Alma, su voz adquiriendo un tono grave, casi ceremonial. La mirada de Mirabel se iluminó de curiosidad, una chispa de emoción brillando en sus ojos. Alma observó la expresión de su nieta y esbozó una pequeña sonrisa, recordando cómo la inocencia puede convertir las palabras en magia.

—Pero antes, tienes que saber algo que sucedió hace mucho, mucho tiempo, cuando nuestra familia aún no tenía la bendición de la vela —continuó Alma, mientras la niña lanzaba una rápida mirada hacia la vela que ardía serenamente en la habitación. Recordaba con un puchero cómo, en una ocasión, había intentado apagarla después de desearle las buenas noches a su familia, solo para recibir un suave manotazo en la mano. Ahora, la pequeña esperaba una explicación que diera sentido a aquel recuerdo.

—Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo escondido entre las montañas, vivían dos jóvenes que aún no se conocían —relató Alma, sus palabras fluyendo con la cadencia de una vieja leyenda. Mirabel escuchaba embelesada, imaginando a esos jóvenes que vagaban por el pueblo, ajenos el uno al otro—. Pero durante la celebración de las velitas¹, en medio de la multitud, sus miradas se cruzaron por primera vez. Fue como si el destino mismo los hubiera unido en ese instante. Se conocieron, se enamoraron profundamente, y eventualmente, tuvieron trillizos, tres hermosos hijos. Parecía un cuento de hadas hecho realidad.

La expresión de Alma se tornó oscura, y una sombra de tristeza nubló sus ojos. Para Mirabel, esto seguía siendo solo una historia, pero para su abuela, era un doloroso recuerdo que se agitaba como un fantasma en su mente.

Más Allá Del Encanto (𝐹𝑎𝑛𝑓𝑖𝑐𝑡𝑖𝑜𝑛/𝐴𝑈)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora