La única luz que iluminaba, era la de una vela, él estaba de pie y yo de rodillas desnuda con las manos descansando en mis muslos con las palmas volteadas hacia arriba.
Leía los términos de nuestra relación sadomasoquista para reafirmar que aceptaba ser su Sumisa.
—¿Prometes cumplir estrictamente tu apariencia, conducta, deberes como sumisa?
—Prometo obedecer todo lo que me ordene, Amo.
—¿Cumplirás sin titubear cada una de mis normas y sobre todo aceptar la seguridad que te brindaré al ser mi sumisa?—dijo con voz áspera que hizo estremecerme.
—Cumplire cada una de ellas y si no cumplo con lo ordenado, asumiré las consecuencias —murmure—, y me castigará cómo a usted le plazca, Amo.
—¿Aceptas como forma de castigo los azotes, latigazos, mordiscos, pinzas para pezones, hielo, cera caliente?
—Sí, señor.
—¿Deseas que realice prácticas como el spanking, waxplay, ending y shibari?—me observó por unos segundos, sus labios estaban de un color rojo carmesí.
Me moría por morder sus labios y sentir como estos mismos recorrían cada centímetro de mi cuerpo.
—Sí, mi señor.
Al final del contrato salía los significados de cada práctica y la forma en que se practicaba, todas eran demasiado interesantes en especial el shibari.
—Al terminar nuestra sesiones se evaluará los cuidados necesarios, me encargaré de cuidar de ti emocionalmente, mentalmente, físicamente —murmuró—. El aftercare se acabará al finalizar todos los cuidados posteriores de las prácticas, ¿entendido?
Asentí.
—Yo Christopher, te bautizó a ti sumisa con el seudónimo Jeanie —me acarició la mejilla y luego colocó un collar de cuero negro alrededor de mi cuello—. Haré de ti una gran Sumisa.
—Me gusta ese seudónimo, Amo.
Sonreí y él me devolvió la sonrisa.
—¿Alguna vez has metido el dedo en la cera derretida de la vera?—preguntó mientras tomaba la vela.
—Sí, señor cuando era niña —comente burlona.
—¿Estás lista?—susurro—. Puedes usar la palabra de seguridad cuando sientas que no puedas soportar el dolor.
Asentí.
Derramó un poco de cera caliente sobre su brazo para verificar si estaba lo suficiente y luego dejó caer el goteo de la cera desde una altura alta en mis muslos.
Estaba fría por lo cuál no sentía que me quemaba demasiado.
—Mm sí, me gusta, Amo —jadee excitada.
Dejo caer otra gota de cera caliente sobre mis muslos, está vez un poco más baja.
La cera estaba caliente quemaba pero era un dolor soportable.
Sentía un subidón de adrenalina, mis mejillas me arden y el cuerpo me hierve. El deseo caliente me recorre en todo el cuerpo hirviendo y desciende en mis venas quemándome.
Sonrió al escuchar como mi respiración se acelerada y jadeaba excitada.
Su mano se posaba en mi vulva. Desliza sus dedos y me acaricia suavemente el clítoris, trazando círculos muy despacio pasa su lengua lentamente, comienza a trazar círculos, cada vez más intensos.
—Estás muy húmeda, no sabes cuánto te deseo —jadeo y vertía la cera caliente sobre mis pechos y metía y sacaba sus dedos dentro de mi húmedo coño—. Quiero estar dentro de ti.
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Pasión [En Proceso]
CasualeJane Collins una estudiante recién graduada de periodismo se muda a la ciudad de Santa Mónica pero consigue una nueva oportunidad de empleo en un lugar bastante diferente. Luego de muchas entrevistas de trabajo, un empresario decide contratarla como...