𝐒 𝐄 𝐂 𝐑 𝐄 𝐓 | 𝘚𝘢𝘯𝘰 𝘔𝘢𝘯𝘫𝘪𝘳𝘰; 𝘔𝘪𝘬𝘦𝘺「✔」

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La molesta alarma comenzó a sonar exactamente a las siete de la mañana. Debía ir a clases, pues tenía un examen importante que definiría si pasa este parcial.

Con pereza salió de su cama para alistarse.

Se dió una rápida ducha, se puso el uniforme y bajó a tomar su desayuno.
Debía darse prisa, hoy le tocaba pasar por Mikey a su casa. Quizá era la única hora en que Draken podía descansar del pequeño caprichoso que era Manjiro.

Luego de lavarse los dientes y tomar su mochila, salió de su departamento y después al estacionamiento del edificio a montar su moto, empezando a andar a la casa de los Sano.

Su moto era una reliquia para él, pues se la regaló su difunta madre en el último cumpleaños que Natsuki compartió con ella. Llevaba años deseando una para "verse genial" al llegar al colegio. Grace ahorró durante esos años para cumplirle aquel capricho a su tesoro.

Sacudió la cabeza para disipar esos recuerdos, no quería llorar ahora mismo.

Pronto llegó a la residencia Sano. Aparcó sin apagar el motor para enviarle un mensaje al rubio ceniza.

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Natsuki ᜊ
Estoy afuera.

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Miró la hora: siete cuarenta y tres. Si Mikey no se daba prisa llegarían tarde. Otra vez.

Soltó un pesado suspiro suponiendo que ni siquiera se había despertado aún.
Levantó la mirada al azulado cielo despejado de nubes.

─ ¡Natsu! ─oyó la fememina voz gritarle.

Llevó su mirada a la puerta de la casa, viendo a la chica rubia asomarse del umbral, sonriendo al verle ahí.

─ hi, Emma ─saludó meneando su mano.

La muchacha salió corriendo hacia el joven de cabellos rojos quien le sonrió.

─ que gusto verte temprano, ¿vienes por Mikey, verdad? ─

─ así es, ¿está despierto? ─

─ no, le llamé varías veces pero no me hizo caso. Oí tu moto y me sentí aliviada, tal vez tú puedas despertarlo ─le miró esperanzada.

Natuki sólo suspiró agotado. Era de esperarse, siempre le hacía lo mismo.

─ de acuerdo, voy ─apagó la moto y bajó de ella.

─ ¡muchas gracias, Natsu! ─tomó la mano del chico para correr dentro de la casa.

Dentro de ella estaba el abuelo Sano, sentado en el sofá leyendo lo que parecía ser el periódico del día.

─ buenos días, señor Mansaku ─saludó amable al anciano cuando la rubia lo dejó tirado en el salón.

─ que bueno que llegas, haz tu trabajo y despierta a Manjiro, no quiero otro reporte de la escuela ─gruñó sin dirigirle siquiera la mirada.

─ ¡en seguida! ─

Corrió a la habitación de Mikey, si algo le decía el mayor de la casa era por algo, y era mejor no cuestionarlo y de preferencia realizarlo de inmediato. Además de que lo respetaba bastante.

Antes tocó a la puerta, sin embargo no recibió respuesta. Exhaló rendido, ¿nunca cambiaría?
Se adentró a la oscura habitación, buscando en la pared el apagador para encender la luz.
Era una habitación sencilla; paredes color crema, un escritorio, un guardarropa y la cama, donde descansaba un plácido Mikey que se cubrió la cabeza con la manta al sentir la luz pegarle en los ojos. Gruñó.