Capitulo 7

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Luisa

Al siguiente día, llegué a la escuela como cualquier día, pero con la esperanza de poder volver a hablar con él.

Pasaron unas horas y el ni siquiera me miraba, no estaba decepcionada, no esperaba que me hablara de nuevo, solo fui una diversión para él y listo, no había nada más.

O eso pensaba, hasta que lo ví, acercándose hacia mi lugar, mi corazón brincaba de lo rápido que latía, que tenía miedo de que lo notará.

-¿Puedo sentarme? Dijo con una voz calmada

-Ah sí, claro. Dije nerviosa y me hice a un lado para que pudiéramos sentarnos en la misma silla.

-¿Porque hoy no estás leyendo?.

-Olvide mi libro. Mentí, ni siquiera había pensado en leer, estaba sumergida entre mis pensamientos sobre él, pero obviamente no iba a decir eso.

-Esta bien, ¿Te gustaría que veamos algo en mi teléfono?.

-Sí, no hay ningún problema.

-Perfecto.

Estábamos viendo cosas graciosas mientras nos reíamos, ¿Cómo es que este chico podía hacerme tan feliz?

Me sentía bien a su lado, me daba una sensación de paz inexplicable, con el tiempo nos volvimos más cercanos y pasamos más tiempo juntos, era feliz a su lado tan feliz que me daba miedo perderlo.

Salimos de vacaciones.

El comienzo a ir a mi casa todos los sábados nos veíamos y reíamos por mucho tiempo y parecía que el tiempo volaba y así con todos esos momentos logré sentirme aun mejor que mis libros.

Me estaba enamorando y no sabía cómo detenerme, ya no había marcha atrás.

Y lo peor de todo era que él también me amaba, me lo decía cada que podía y jamás se cansaba de apoyarme, de quererme, de cuidarme, de hacerme feliz, de amarme.

Y aunque yo sabía que le gustaba no podía creerlo ¿Cómo iba a fijarse en mí? Solo era la chica de cabello corto, negro sin ningún toque de especialidad, ojos marrones y sin brillo, con lentes y extremadamente delgada, era obvio que él no podía amarme de verdad.

Podía estar con él sin miedo herir sus sentimientos Gian que me decía que me amaba y que le gustaba nunca me preguntó si quería algo con él solo éramos dos amigos con una conexión increíble y para mí eso estaba bien nadie saldría lastimado.

Mi mente divagaba cuando estaba con él, versos corrían por mi mente sin siquiera pensarlos, él me hacía crear poesía en mi cabeza.

Él sabía de mis inseguridades y mis miedos, sabía mis problemas y lo difícil que era para mí ser feliz y también sabía que él me hacía feliz.

-Te escribí un poema. Le dije con la voz un tanto nerviosa.

-¿Ah, sí?¿Puedo leerlo?

Le pasa la libreta y comenzó a leer.

Me encontraba nadando entre hojas de papel rellenas de versos tristes, bailando al ritmo de una tonada melancólica que se escuchaba a lo lejos, en lo más profundo había un punto de luz que me mantenía flotando, se llamaba vida y la odiaba, Viviana dando entre penas y lamentos admirado como afuera al borde de la piscina se encontraba un mundo feliz, lleno de colores y tonadas alegres mientras que yo solo era una más en el reino de los rotos, de los heridos, el reino en el que nadie quiere estar.
Una mañana mientras contemplaba el borde de la piscina, alguien del otro reino se acercó, pasaron los días mientras hablábamos sobre cómo fue que termine del mundo de los rotos, cada día era más feliz y esa luz del fondo de la piscina cada día brillaba más.
Y así fue como un día logré salir de la piscina llegando mundo de alegría y felicidad a su lado.

El se volteo y me sonrió, con esa sonrisa que me encanta tanto y esos ojos tan brillosos.

-Qué gusto saber que ya no estás rota. Me dijo sonriendo.

-Logré salir gracias a ti. Le dije con una sonrisa tímida.

Las horas pasan mientras nos abrazábamos, él debía irse a su casa, así que nos despedimos.

Y así esperé ansiosa la llegada del siguiente sábado.

Mi vida estaba cambiando, mi concentración era mejor y empezar destacar más de mi deporte, estaba tan feliz de haberlo conocido y no tenía idea de cómo agradecerle.

𝓛𝓸𝓼 𝓶𝓸𝓾𝓷𝓼𝓽𝓻𝓸𝓼 𝓺𝓾𝓮 𝓶𝓪𝓽𝓪𝓻𝓸𝓷 𝓪 𝓛𝓾𝓲𝓼𝓪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora