Capítulo 4

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La carga se hacía cada vez más pesada, los días se hacían cada vez más largos y las noches en las que podía desconectarse de su realidad se hacían cada vez más cortas.

Camilo empezó a saltarse las cenas familiares, llegó a un punto en el que ya no podía seguir aparentando que le gustaban.

Su actitud tan extraña no tardó en hacerse notar por sus seres más cercanos, sus padres y, sobre todo, sus hermanos.

Hubo una noche en la que a Antonio le llamó la atención que la puerta del cuarto de su hermano mayor estuviera entreabierta a la mitad de la noche. El niño solo había salido al pasillo para tomar un vaso de agua, pero la curiosidad le ganó.

Se asomó para ver que pasaba. No vio más que a un desolado Camilo sentado a los pies de su cama, abrazando sus propias piernas y ocultando su rostro entre sus rodillas.

Antonio abrió la puerta del cuarto de camilo y entró sin previo aviso.

—Déjame en paz, Antonio —Le dijo Camilo a su hermano menor una vez que se percató de su presencia.

El más pequeño de la familia se acercó lentamente a pesar de la advertencia previa.

Posó su mano sobre la ruana de su hermano y este al instante rechazó el contacto.

—¡No me toques! —le gritó.

Por el repentino grito, antonio retrocedió un paso y medio. Un silencio profundo que pareció durar una eternidad hizo que le dolieran los oídos.

—Lo siento —Dijo Camilo—. No quiero que te me acerques. No soy una buena influencia para ti.

—¿Por qué dices eso?

A camilo le costó contestar a esa pregunta, la constante humedad en su nariz tampoco le ayudaba demasiado. Estaba dentro de un dilema; estaba entre la necesidad de querer ser escuchado por primera vez sin ser juzgado y la necesidad de proteger a su hermano menor de la verdad.

No solo no estaba seguro de si el menor entendería, tampoco estaba seguro de como reaccionaría. Pero, aún peor que eso, era verlo así de triste por su culpa. Le estaba carcomiendo el alma.

—Porque estoy enfermo —Finalmente respondió.

Sacar esas palabras de su boca sin llorar en el intento fue probablemente lo más difícil que Camilo tuvo que hacer en mucho tiempo, aunque al final logró salirse con la suya.

—¿Cómo enfermo? ¿Te duele algo? ¿Le digo a la tía julia-? —Antonio prosiguió.

—¡No!

—¿Pero qué te duele?

—No es ese tipo de enfermedad.

Antonio aprovechó el díalogo para acercarse cada vez más y propinarle un abrazo al mayor a pesar de que no se lo estaba devolviendo.

—Pero no entiendo, ¿qué tienes, Camilo? —En medio del abrazo el niño no pudo evitar soltar algunas lágrimas por la preocupación. —Ya dime qué pasa..

"Si le dices ya no hay marcha atrás" pensó el mayor y se contuvo a tiempo. Pensó en cuantas veces tuvo que huir de momentos como este en los últimos días, sus hermanos y padres preguntándole si estaba bien, siempre en los momentos en los que él más quería gritar hasta quedarse sin aliento. Se preguntó por cuanto más tiempo tendría que huir de todos ellos y de sí mismo también.

Se preguntó si todo esto lo seguiría hasta la tumba y tuvo miedo de morir a manos de la soga que él mismo ató a su cuello.

Por un momento le faltó la respiración al pensarlo y se sintió una asquerosa alimaña entre la gente que solo supo velar por él y tenderle la mano. ¿Como pudo pagarles a todos de esta forma? ¿Acaso no los amaba después de todo lo que hicieron por él?

No quiso seguir escondiéndose, pero a pesar de todo, no podía permitirse contarle a Antonio la verdad. Toda esa impotencia se desató en un desesperado abrazo que le dio al menor antes de romper a llorar.

Y sintió asco de ser su hermano mayor, pero lo abrazó con locura antes de que se diera cuenta del tipo de monstruo en el que se había convertido. Todo lo que quería ahora mismo era que Antonio no dejara de quererlo pase lo que pase, porque él tampoco dejaría de querer a su hermanito menor con la misma fuerza con la que siempre lo hizo.

Antonio, por otro lado, no sabía muy bien lo que le ocurría, pero sabía perfectamente que Camilo no estaba bien. Le aterró imaginar cuál era el tipo de problema tan grande que no pudo confiarle y lloró a su lado.

Pasaron unos cuantos minutos, la fuerza del abrazo disminuyó y las lágrimas dejaron de brotar por un instante.

—Por favor, prométeme que nunca, jamás, jamás se lo dirás a nadie por nada del mundo —Camilo dejó ir a medias el agarre del abrazo para susurrar —. Si se lo cuentas a alguien, juro que me iré de aquí.

Pausó brevemente para mirar a Antonio a los ojos y pensó que, si no podía salvarse a sí mismo, al menos quería mantener a los que amaba a salvo.

—Y nunca volverás a verme —Finalizó.

—Lo prometo, lo prometo, ¡lo prometo! —Repitió varias veces Antonio, aún aguantando más lágrimas en sus ojos, con la esperanza de que prometerlo múltiples veces hiciera de esta promesa una mucho más fuerte.

Esa noche Camilo le contó toda la verdad a su hermano menor. De como tuvo el atrevimiento de enamorarse de Mirabel y que, lejos de sentirse bien después de haberlo aceptado, sus sentimientos solo lo estaban asfixiando al punto de sentir asco de sí mismo por el simple hecho de existir.

También le compartió el miedo profundo que sentía de que alguien se enterara y se lo dijera a todo el mundo, no solo porque tenía miedo de que su familia lo odiara por el resto de su vida, también por el daño que les haría darles ese tipo de reputación frente a todo el pueblo.

Antonio escuchó cada palabra. Pero, en vez de repudiarlo y no volver a verlo con los mismos ojos, solo quiso ayudarle a salir de ese oscuro infierno.

Otro abrazo surgió nuevamente, uno calmado, tal vez el tipo de abrazo que Camilo estuvo buscando desde hace ya bastante tiempo.

—Debe haber alguna forma de curarte —Esta vez era Antonio el que susurraba.

Camilo escuchó, quiso creer también, pero la esperanza que su hermano quería transmitirle no le llegó lo suficiente.

—No la hay.

—Tal vez podemos pedir ayuda, a Mamá o a Papá-

—No. ¡Me prometiste que no se lo dirías a nadie! —Camilo inmediatamente se exaltó por la remota idea de que sus padres se enteraran de algo y el miedo le heló la sangre—. Nadie más debe saber.

Antonio, por su parte, no quiso imaginar una vida sin su hermano mayor y se limitó a asentir con la cabeza. Ni siquiera se cuestionó si sería lo correcto apoyar a Camilo o no.

Si mantener ese secreto significaba tanto para él, entonces su hermano menor lo ayudaría en la medida de lo posible.

Asfixia || Camilo Madrigal X Mirabel Madrigal || EncantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora