Epílogo

4.6K 451 292
                                    

Camilo caminó con dificultad por una estrecha calle. Encima que tenía que cargar unas tres cajas medianas apiladas, también tuvo que esquivar a varios niños que corrían de un lado a otro.

—¡Oigan, oigan, cálmense! —les advirtió cuando empezaron a cruzarse entre sus piernas.

Para su mala suerte, poco o nada de caso le hicieron.

Estuvo cerca de perder el equilibro de no haber adoptado la forma exageradamente larguirucha de su tío Bruno. Y de paso, por qué no, también espantar a los niños que lo molestaban.

—¿Camilo, vas para tu casa? —la señora Guzmán se le cruzó en el camino.

—Sí, ¿por qu-? —apenas tuvo tiempo de contestar, la señora le soprendió con un enorme costal de hierbas que le hizo cargar por encima de las cajas.

—Llévale esto a tu tía, y pregúntale si no me puede hacer el favor de enviarme más aborrajados, los últimos nos vinieron estupendamente —le pidió.

—Ah.. ¡está bien! —Camilo acomodó las cajas y el saco entre sus brazos lo mejor que pudo.

La señora Guzmán estuvo cerca de hacerle cargar otro costal de yuca que traía consigo, pero Camilo le aseguró que iría a dejar sus cosas y volvería por él más tarde.

Pasó por la calle principal donde mucha gente desde ventanas y puertas lo saludaban; sobretodo las muchachas del pueblo, la mayoría en la flor de la juventud al igual que él. Era bastante obvio el por qué.

Aunque las rechazaba, se esforzaba en no quedar en malos términos con nadie. Después de todo, a él no le molestaba en lo absoluto.

Claro que no podemos decir lo mismo de Mirabel, una sonrisa se le escapó al pensar en esos tímidos celos que hacían tan buen juego con su personalidad.

El camino se le hizo más corto en cuanto más pensaba, para cuando regresó a la realidad, se dio cuenta de que ya estaba a pocos centímetros de su casa. Ya una vez en la puerta principal, dejó las cajas y el saco en el suelo para abrirla.

Tocó la perilla y lo pensó un poco antes de hacerlo, no se cansaba de admirar esos enormes grabados en la puerta que resplandecían a la luz del sol.

Amaba apartarse para apreciar la vista. Más que todo porque representaban a toda su familia, y bueno, para qué mentirnos, en realidad no abría la puerta porque el grabado de Mirabel estaba en medio de toda la abertura y le dolía que no se mantuviera intacto al girar la perilla.

Un poco tonto, ¿pero qué cosa en él no lo era si se trataba de ella?

Sintió el sol quemarle la cabeza y supo que ya debía entrar de una buena vez.

—Ya volví —anunció. Dio unos cuantos pasos y caminó directo hacia su tía que lo ayudó con el saco que cargaba.

Todo el mundo estaba ocupado en la sala y corriendo de un lado a otro, ya sea decorando, ordenando o limpiando.

Luisa estaba buscando la ubicación perfecta para las mesas y el piano.

Bruno estaba ayudando a Agustín a desempolvar la vieja cámara de fotos parte por parte.

Félix y Pepa estaban recibiendo a los músicos que llegaron unos minutos después.

Isabela estaba en el centro y no podía decidir bien qué tipo de flores harían juego con el cartel de "¡Feliz cumpleaños, Mirabel!".

Desde que aumentó su catálogo de plantas, las flores ya le parecían un poco sosas para decorar, quiso improvisar un poco y dio rienda suelta a su creatividad.

Asfixia || Camilo Madrigal X Mirabel Madrigal || EncantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora