Capítulo 11: Malditamente Enamorado y Bastante Arruinado

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Giyuu podía afirmar que jamás de los jamases se había sentido tan deseperado, y tan furioso. Pero siempre habían sus excepciones. Y en ese instante dónde no sabía absolutamente nada del estado de Shinobu estaba sumido en un mar de deseperación y con ganas de despellejar vivo al primero que se cruzara en su camino.

— Giyuu. Tienes que calmarte. — la voz de Kyojuro sonaba inesperadamente baja para su modo usual de hablar, tal vez comprendiendo el estado de Tomioka e intentado no empeorarlo. Giyuu, que caminaba de un lado a otro por su oficina dirigió sus furibundos ojos azules hacia un Rengoku que le miraba impasible desde un sillón.

— ¿Qué me calme? ¿Realmente me estás pidiendo que me calme? — siséo entre dientes, usando un tono gutural y peligroso, todos sus músculos tensos y listos para saltar a la yugular de cualquiera.

— Necesitas pensar con la cabeza fría para lograr rescatar a Shinobu a salvo. Así que sí, te estoy pidiendo que te calmes. — ambos se vieron unos segundos, Kyojuro le sustuvo la mirada a pesar de que el pelinegro destilaba una sed de sangre asfixiante. Y aún así, una de las personas a la que podía casi llamar amigo, notó toda la bruma de angustia debajo de aquella capa encolerizada, que dejó salir al poco tiempo, sentándose bruscamente en el sillón frente a Rengoku y enterrando su rostro entre sus manos. La voz le tembló al hablar.

— S – si hubieras visto cómo la miraba, entenderías mi estado. Podría...podría estar haciéndole cualquier cosa.

— Sé que será díficil pero debes dejar esos pensamientos de lado y concentrarte en lo que importa ahora mismo que es dar con su paradero. Además, Koucho es fuerte y astuta, seguro la encontraremos en perfectas condiciones. — realmente quería creerlo, Giyuu de verdad deseaba creer que la mujer que quería tanto era lo suficientemente fuerte para salir de esa situación ilesa. Y aún así, se le hacía irremediable preocuparse por ella.

— ¿Han averiguado algo? — preguntó enderezándose, intentando mantener una compostura completamente nula.

— Estamos intentando no adentrarnos mucho en territorio de las Lunas, así que comenzamos por los límites.

— Es decir que aún no saben nada. — respondió con el seño fruncido, ya no sabía si enojarse, deseperarse más o salir por esa puerta a matar a cualquier miembro de las Lunas Sangrientas que se encontrara.

— No, aún nada.

— ¿No se suponía que cada uno de nosotros tenía un rastreador? Según recuerdo Shinobu lo llevaba en su pasador de mariposa.

— O se lo quitaron, o se encuentra en algún lugar dónde la señal está inhabilitada. — Giyuu dejó salir un suspiro de frustración, mascullando alguna maldición entre dientes. Algo comenzó a llamear dentro de él, y dio un manotazo repentino en la mesa que sorprendió a Rengoku, quien contuvo el impulso de pegar un brinco.

— Tenían que haberme dejado regresar por ella en ese momento. — de nuevo reclamó en ese siseo iracundo que disfrazaba lo realmente ansioso que se sentía.

— Los estaban persiguiendo Giyuu, no podías poner en riesgo la misión. — respondió Kyojuro, aún inmutable.

— ¡A la mierda eso! ¡Ella era más importante que la puta misión! — gritó levántandose de pronto, apretando los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos, una vena en su cuello resaltando. En el momento en que supo que Shinobu no estaba en la camioneta quiso regresar a buscarla, pero el vehículo se vio rodeado y tuvieron que huir sin darle un mínimo chance de ir por ella. Y ahora se arrepentía una y mil veces por ello.

34 horas.

Más de un día completo de no conocer si estaba viva o estaba bien.

Habían buscado de arriba a abajo en el maldito club, en cada rincón cercano. Nada, ni un solo rastro de ella. Los horas pasaban, había tirado al suelo el reloj que tenía en su escritorio cuándo el movimiento de las manecillas se le hizo la cosa más insoportable del mundo.

Kimetsu no MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora