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Todo aquello que comienza retorna hacia un final. Lo sabía, lo sabía y aun así me negué en cada instante a aceptar tal trivialidad. Me apetecía confiar en que viviría algo que se mantuviera lo suficiente. 

Por fortuna o desgracia, nuestro error es creer que tenemos tiempo suficiente.

Le conocí como se conoce el mundo ahora, por mera casualidad, sin importancia ni conexión, simplemente por nada, tan sólo se trató de haber dado una vuelta a la esquina equivocada. 

Ella estaba cortándose las muñecas, o eso me pareció. Estaba sentada sobre una grada detrás de la escuela mientras masticaba una galleta, le encantaban las cosas dulces; pero siempre necesitaba de una simple galleta. Recuerdo haberme apoyado hacia delante en el muro a su espalda y haber murmurado: 

"Parece que realmente te gusta eso, ¿no?"

La primera expresión que me dirigió estaba llena de enojo, aunque si lo pienso ahora un poco mejor, esa era su cara habitual, estaba demasiado hundida en la ira como para poder ser amable con los demás. 

Así como volteó a verme procedió a ignorarme como si no me hubiera visto jamás. Tiempo después me confesó que sencillamente no tenía tiempo para preocuparse por la existencia de otros, sencillamente se jactaba de sí misma para hacer lo que tenía que hacer, y en ese momento su atención estaba ligada únicamente a la sangre que salía de las heridas que se abría. 

Era tan simple como aquello.

Entonces en eso se basó nuestra relación. Nunca hablamos más allá de lo necesario, era suficiente con intercambiar un "buenos días" y "adiós".

Fue por ella que odié las despedidas por el resto de mi vida.

Me pregunto quién de nosotras se habría preguntado más el por qué no nos echábamos la una a la otra, no teníamos nada en común porque nunca compartimos aficiones, nunca compartimos nada. Todo lo que teníamos era un breve descanso en el que nos sentábamos la una al lado de la otra, todo lo que se oía era su ruido al masticar. 

Siempre estaba comiendo galletas. 

Siempre estaba sangrando debido a los cortes frescos que se hacía en los brazos. 

Sospeché que los llevaba también en las piernas.

Pero no era nada nuevo para ninguna de las dos, pronto nos acostumbramos a no saber nada de la otra y a sentarnos juntas en un lugar al que rara vez alguien iba. Ella porque estaba sola, absurdamente sola, y yo porque preguntaba por qué lo estaba. Pero nunca tuve el valor de preguntar. 

Lo poco que aprendí de ella era que siempre debía tener algo en las manos, fuera lo que fuera, así como en todo momento tenía que masticar alguna cosa, irradiaba ansiedad sólo con verla, era descuidada y de aspecto desaliñado, despreocupada y poco empática. Ah, y nunca se abría heridas donde ya una vez se había pasado la cuchilla, nunca supe por qué lo hacía, pero para mí se sentía como si quisiera llenarse el cuerpo de cicatrices hasta no dejar espacio a nada más. 

Todavía me pregunto quién era más extraña, si la chica que se cortaba sin importarle si alguien la miraba o la persona que la miraba mientras se cortaba. 

Al final nadie fue capaz de responder, todo por el simple hecho de nadie haber preguntado jamás. 

A veces quería que fuésemos amigas, ya sabes, comenzar al menos preguntando cuál era su clima preferido o si odiaba más lo amargo a lo salado, me la imaginaba muchas veces respondiendo casi mecánicamente con su voz átona que pocas cosas eran de su agrado. 

Todo lo que me quedó fue suponer que ella era como cualquier otro ser humano, así pude convencerme de que en realidad teníamos demasiado en común. Así ella también tendría una banda favorita, quizá fuera fan de alguna película o incluso adorara el pasaje de algún libro, ella también seguiría a algún artista o conocería a fondo alguna historia, así ella también tendría muchas cosas que podría contarme...si tan sólo hubiéramos dicho algo más en aquel entonces podría afirmar ahora que así era.

Nunca se me dio muy bien el iniciar una conversación, a pesar de que en mi interior estaba llena de anhelo hacia el intercambio necesario de palabras entre la otra persona y y "yo", un requisito social indispensable, un intercambio de información variable que hiciera que algo nos uniera. 

Y así pasaron los años y nos graduamos. 

¿Tenía siquiera sueños? ¿Una vida o alguna esperanza? Todavía me lo cuestiono, aun me pregunto si alguna vez ella también deseó hacer un amigo, si ella también quería que alguien le comprendiera aunque fuera un poco...tal vez que alguien le preguntara por qué se cortaba; sin juzgarla. 

Ahora me queda el recuerdo distorsionado de aquella joven que me acompañó tantos descansos en la escuela, la misma que jamás me dijo su nombre ni me dirigió una mirada que me diera a entender que le interesaba saber por qué yo no me largaba. 

Pronto llegó el último día en el que la vi y nunca más supe de su existencia. Hoy, mientras espero mi muerte pacientemente; me pregunto qué sucedió con aquella chica desconocida de cuerpo destrozado y alma rota y que sin embargo nunca pidió ayuda.

Aun escucho el último adiós. 

Tengo el vago recuerdo de una sonrisa empañada en lágrimas acompañado de un "gracias".


Mi experiencia solitaria con la compañía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora