IX

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Me preguntaba...hace un buen tiempo; de qué se trataba exactamente despertar y comenzar el día. Era cosa de las circunstancias, quizá, pero no era tan difícil abrir los ojos y suspirar, no era...algo que requiriera deber, sino hacer.

¿Es esto? Me preguntaba mientras tendía la cama y regulaba el tiempo para preparar el desayuno, me preguntaba cuando cepillaba mis dientes y observaba mi rostro envejeciendo frente al espejo, lo hacía cuando me sentaba sola en un comedor para seis personas y observaba mis plantas morir porque una vez más había olvidado darles agua. 

¿De eso se trata? 

Me preguntaba cuando hacía la cena con el mejor humor que podían regalarme mis tranquilos días, también cuando escuchaba palabras descuidadas o protestas a mi comida poco colorida, todo el amor que podía poner a una simple cena recibía pequeñas y bruscas quejas sobre lo mal que lo hacía. Así que también me preguntaba cuando pasaba horas mirando la Luna y escuchaba a la persona que más quería maldecir su propia vida porque no era capaz de recibir comida que le satisfaga. 

Me cuestionaba igualmente cuando pasaban los días y de repente olvidaba que yo estaba en el mismo lugar, así que salía de casa y se llevaba las llaves de la puerta, dejando el seguro bien puesto y muy afianzada la maleta. ¿Tan difícil era? 

Pensaba entonces en cuando era joven e ingenua, nadie me diría nunca cómo debía vivir, nadie sería nunca dueño de lo que portaba mi mente o mi cuerpo, nadie...simplemente. 

Quizá comenzó cuando ante la realidad tuve que abrir los ojos, ese mismo instante donde me dijeron que para sobrevivir nunca podría estudiar o trabajar en lo que querría porque no me daría suficiente para subsistir, " no hay prisa", dijeron mis padres una vez en sus días amables, pero sus miradas eran igual a un montón de espinas queriendo clavarse en mi espalda para obligarme a hacer algo; "No se trata de no correr o no ir en el mismo camino de los demás, se trata de aceptar algo tan básico como lo es la forma en la que debemos vivir queramos o no, no es momento de encapricharse con ideales ingenuos sobre la libertad", así que me fui de casa y me obligué a ser fuerte y a correr de manera demoniaca. 

Días borrosos y confusos para alguien que no podía sentir pasión por nada. 

Resignación, odiaba esa palabra. 

Y ahí estaba, intentando convencerme de que llegaría quien nunca llegaba. 

La persona reflejada en aquel espejo nunca fue tan cruel como en aquel momento, se reía constantemente de lo absurdo que resultaba abrir los ojos y no tener la suficiente fuerza para levantar las piernas y poner los pies fuera la cama. 

La peor parte venía siempre al sentarme sobre aquella mesa. O quizá no, tal vez venía cuando miraba llover por la ventana y pensaba en quién era yo, había terminado sin estudios ni trabajo, dependiendo de alguien que jamás estaba de buen humor, sin nadie a quién recurrir y nada más que un par de libros viejos que no era capaz de abrir. 

Pensaba en aquella joven de ojos cansados aunque de sonrisa triunfante, al menos en aquel entonces tenía aun ganas de vivir. 

¿De eso se trataba, entonces?

Contemplaba mis opciones y me daba cuenta de que realmente no había...nada. 

¿De eso se trata?

Era una pregunta que me martillaba los sesos cada día. 

¿De eso...se trata?

Me convertí en alguien que podía salir corriendo por la puerta en algún momento e igualmente desaparecer para siempre ante mi propia desesperación porque odiaba el silencio ruidoso de aquella casa y, sin embargo, seguía sin hacer nada.

De eso se trataba. 

Mi experiencia solitaria con la compañía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora