II

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Cuando eres joven básicamente el descubrimiento del gran dolor y la revelación de su aceptación es todo lo que define el rumbo de aquello que buscas en la medida de lo posible. O al menos así es como debería ser, pero siempre fue demasiado difícil para mí el darme cuenta del presente. 

El pensar aproxima a la respuesta, pero también aleja de aquello que te rodea. Antes de darte cuenta el momento ya se ha ido y al abrir los ojos aquello que era importante en aquel presente se ha vuelto un pasado inmutable, inamovible, simplemente ya no es más que un recuerdo alterable e incapaz de cambiar el ahora en el que ya estás. Tan simple como eso. 

Era en momentos como esos que podía notar lo trivial que era vivir, lo simple que es todo y lo correcto de seguir existiendo. Todo se trataba de continuar, de seguir hasta que llegara la noche y poder decir "Esto ha sido genial". No sería lo mismo a vivir sin preocupación, pero al menos sería algo similar a existir con motivación. La respuesta está ahí, donde quiera que vayas o a donde sea que te niegues a ir, siempre encontrarás la forma de acoplarte a ello y seguir. Acoplarte sin olvidar lo importante, es decir, vivir tu día a día entendiendo que no necesitas complicarte puesto que hay miles y un poco más de seres que lo tienen mucho más difícil y no se detienen un instante a lamentarse. 

Pero eso era subestimar el dolor humano, ¿Dónde quedaba el valor del sufrimiento? ¿Dónde quedaba el respeto por ello? Me lo preguntaba muy a menudo. 

Recuerdo una ocasión, no era especial en lo más mínimo, me encontraba en casa de alguien a quien conocía junto a familia que tampoco conocía, ni siquiera estoy segura de que me hayan invitado, pero yo sólo estaba allí por la comida. Pronto cada quien llenó sus estómagos y en un instante no quedábamos más de cinco personas en aquella casa. Entre ellas se encontraba una mujer entrada en años, aunque se vestía como yo nunca me vestiría jamás, tenía el cabello rojo y pintalabios de los que ya no hay, hablaba tanto como podía porque no soportaba el silencio que se alzaba entre los presentes en aquel lugar. Recuerdo que éramos las únicas mujeres allí, así que ella se encargaba de mantener la conversación, mis habilidades sociales siempre fueron pocas y eso no mejoró con los años. 

El tema de conversación era trivial, hasta que de repente ella comenzó a hablar sobre un antiguo compañero suyo del trabajo. "Era una persona loca", dijo con total seguridad, "Realmente loca". Nos relató una interesante historia entre risas fingidas, su compañero era un anciano que quería suicidarse a toda costa, pero de alguna forma siempre fallaba. 

El suicidio se volvió entonces el tema de comedia. 

"Una vez intentó colgarse de la rama de un árbol" Contó, "Hizo el nudo y se lo colocó en el cuello, ató la soga a la rama y entonces quitó la silla que lo sostenía. " Se rio como quien escucha un chiste malísimo y debe reírse por decencia, sólo que quien contaba el chiste era ella. "La rama se rompió y su intento de suicidio falló. Aunque eso no le hizo detenerse. Una vez se apuñaló a sí mismo en el estómago, pero lo llevaron a tiempo al hospital y le salvaron la vida".

<<Le salvaron la vida>>, en aquel momento pensé en aquel hombre en la película de Los Increíbles que se lanzó de un edificio y fue atrapado por Mr. Increíble, arruinando así su muerte. 

"Intentó envenenarse, también, pero de nuevo lo encontraron y en el hospital le hicieron un lavado estomacal para que expulsara lo que se había tomado". Continuaba riéndose, los demás también, ¡vaya ocurrencias con al que sale la gente!

Un tanto desafortunado, recuerdo haber pensado, no era que estuviera loco, simplemente tenía el método equivocado, si vas a suicidarte debes asegurarte que nadie te vaya a encontrar en un lapso de al menos 24 horas y, sobre todo, no perder el tiempo. 

Mi experiencia solitaria con la compañía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora