Hace mucho tiempo; en algún lugar recóndito de mi memoria, entre los recovecos de mi singularidad; escribí el cómo de principio a fin la vida era profundamente solitaria.
Ciertamente la pequeña yo era sabia.
Todo lo que se necesitaba era despertar y al abrir los ojos darte cuenta que no hay nada más que una eterna y tierna soledad que no se marcha; tan dulce que es imposible ignorarla.
Fue mirar al frente y asumir el silencio valientemente. Sentir el gozo de la despreocupación al no tener ambición y hacer frente al abandono en igual medida con el fluir del espacio en blanco que deriva de una mente cautiva, estancada en un fango.
Fue sonreír porque no había un futuro que seguir. Fue estar irremediablemente sola...y aun así ser capaz de reír.
Sin contacto con la infección a la que llamamos sociedad; sin exigencias para representar un papel en el mundo, sin dinero o responsabilidad, todo lo que queda es una pura y silenciosa soledad. Poco a poco vas olvidando que tuviste amigos alguna vez, aquellos que al igual que tú estaban un poco rotos, un poco derrotados, quebrados y marginados por la vida, demasiado tristes como para poder apreciar la compañía. Los recuerdos bailan en el aire y lo que queda es la sensación de haber hecho lo que había que hacer cada día.
Estar de cara ante tal soledad me hizo notar que no es demasiado difícil encontrar la libertad.
Amé mi soledad como jamás me amé a mí misma o a alguien más.
Siempre fui un arco iris desgastado enmarcado en gris, como una pared brillante oculta tras un amargo tapiz. Era una pequeña que sólo estaba gritando a un mundo que ya no podía oír. Así que todo lo que pudo hacer fue dejar de correr; detenerse, observar el cielo y aceptar que esta realidad ya no escucha nada.
Hay que ser valiente para hacer del corazón una fortaleza, pero no hay necesidad de muros cuando ya nada te espera.
Fue eso lo que del silencio aprendí.
Desde entonces, a través de los años, he podido mantener en alto la mirada.
Fue cuando me di cuenta que podía morir con tranquilidad.
Una muerte ya nunca más anhelada.
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Mi experiencia solitaria con la compañía.
Short Story¿Y si mejor le das la oportunidad?