III

7 5 0
                                    

Tuve la fortuna de nacer en una familia poco numerosa, así que a lo largo de los años no tuve que ser testigo de un sacrificio doloroso en el que todo lo que valía era la tan famosa frase "sacar adelante a los hijos". Mis padres no tuvieron que secarse la sangre y rasparse los pies callosos luego de un largo día de arduo trabajo, fui afortunada por ello. Pero conocí a muchas personas que sí tuvieron que ver algo como eso. 

Mi familia no era numerosa, es verdad, pero por alguna razón todos llevábamos en las venas una crueldad innegable que hacía que nos odiásemos unos a otros, nos escondíamos en los lazos de sangre obligatorios y la imagen ante la sociedad en la que la familia era un mundo armonioso, aunque eso no valía demasiado al cerrar las puertas y abrir los ojos. 

Había respeto, y a su vez demasiado resentimiento. 

En aquellos años en los que aun vivía con mis padres, recuerdo una vez haber escuchado sobre un acontecimiento en específico que me hizo recordar lo lejos que eran capaz de llegar los miembros de aquella familia, me lo contó una tía muy preocupada por aquel comportamiento, me parecía que era la única que se horrorizaba ante tales cosas:

Dieron muerte a un perro.

Bien, a simple vista no era tan grave, el animal estaba viejo y enfermo, se supone que ellos querían darle descanso y mandarlo al sueño eterno pacíficamente. Me pregunto en qué punto se les salió de las manos. 

En un principio no estaba enfermo, viejo, quizá, pero no enfermo. 

Por alguna razón decidieron inyectarlo, se suponía que eso le protegería de algunas cosas que ya no recuerdo. Aplicaron la inyección en el lugar incorrecto; así que el pobre canino terminó con la mitad del cuerpo inmóvil, lo dejaron paralítico, por decirlo de alguna forma. No conforme con ello, lo ataron y lo dejaron con comida y agua esperando a que se recuperara; pero él no comía ni bebía, me parece a mí que sufría de un dolor inexpresable que los humanos jamás entenderemos. 

Lo vi una vez, lo recuerdo claramente, al no poder moverse dormía sobre sus excrementos y orina, era una imagen bastante lamentable. Me hizo preguntarme por qué simplemente no lo dejaban morir de una vez. Casi pedí que lo hicieran, al igual que con mi abuela, a quien me dolía tanto verla postrada en una cama que una noche le pedí a dios que se la llevara, la muerte era la mejor solución en un caso como aquel. 

La tía, horrorizada, me contó que entonces decidieron asesinarlo, dado que en su estado ya no era legal aplicarle la eutanasia, el problema fue que lo intentaron de la forma más estúpida posible: 

"Intentaron pincharle el corazón con una aguja deliberadamente".

No sé mucho sobre medicina y esas cosas, pero casi puedo asegurar que parar un corazón de esa forma no es exactamente la manera más ortodoxa. 

Ante el fallido intento terminaron colgándolo del cuello en la rama de un árbol. Lo más probable es que lo ataron de tal manera que sufrió terriblemente hasta el último segundo. 

Básicamente asesinaron a un animal perfectamente sano por una imprudencia ignorante y de moralidad dudable. 

"Sí", pensé entonces, "estoy segura que es algo que ellos harían". 

Así era mi familia. 

Muy lamentable. 

Discutíamos a menudo, ninguno se destacaba por tener un vocabulario decente, algunos eran demasiado violentos como para poder razonar con ellos, u otros simplemente se cerraban a conversaciones y se estresaban ante la más mínima pequeñez, no éramos particularmente tolerantes y a la mayoría le encantaba echarle en cara cada mínimo error al otro, no porque se jactaran de las equivocaciones, más bien, consideraban necesario hacer saber que nadie hacía nada bien. ¿Había cariño siquiera en medio de todo eso? Lo dudé cada día de mi vida. 

Escuchaba sobre cómo era la convivencia de mis amigos y sus familias, todos estaban llenos de problemas, pero de alguna forma se excusaban con el hecho de que "a pesar de todo somos familia", creo que nosotros nunca pudimos aceptar tal cosa. 

De todo lo bueno que pudiera recordar de ellos...Es doble lo malo que se puede decir. 

¿Por qué siendo tan poco éramos incapaces de comprendernos y ayudarnos en lugar de lastimarnos?

A veces nos preguntábamos por qué debía ser así. 

O quizás...a veces yo me lo preguntaba. 

Mi experiencia solitaria con la compañía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora