IV

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Solía tener un buen amigo. Era joven y brillante, de personalidad refrescante, muy estimulante. 

Rara vez reflexionaba cosas profundas, siempre decía que aquellas cosas hacían que le doliera la cabeza. Él era más del tipo de personas que mantienen fe en el "piensa mal y acertarás", vivía despreocupadamente, ese era uno de sus mayores encantos. 

Compartí cuarto con él en mis primeros años de independencia, al menos el tiempo suficiente para huir de mi propia realidad, a él parecía no molestarse, pero como ocurre habitualmente todo lo bueno, así como lo malo, tiene un final. Es triste que sigamos amando los para siempre. 

Ocurrió en un día poco cálido, para ser precisa; era una noche lluviosa. No tuvimos tiempo a despedirnos, no hablamos ni compartimos algún cálido abrazo, se marchó tal y como había llegado: Silencioso y memorable. 

Existen este tipo de personas nerviosas que hace que te llenes de ansiedad lo quieras o no, por lo que intentaba alejarme tanto como podía de situaciones incómodas, nunca fui buena tratando con personas más estresantes que yo misma, el problema fue que lo quisiese o no; todos en algún punto de nuestras vidas les encontraremos, yo encontré a la mía en un muy mal momento. 

Era inexperto y llevaba una expresión neurótica, tal vez fuera debido a la situación en la que nos encontrábamos o quizá fuera que no era una buena noche para ninguno, sea como fuere nos convertimos en un par de seres desdichados en el momento exacto. 

Sostenía temblorosamente el arma que hace poco había disparado, si se me permite decirlo, es una mala utilización del vocabulario, era una arma; quizá, pero bajo ninguna circunstancia podía "dispararse", de igual forma, allí nos encontrábamos. No se lo pensó muy bien, me parece, tal vez se le hizo sencillo entrar a robar a media noche imaginando que todo saldría bien, para mala suerte suya mi buen amigo aun estaba despierto, yo también lo estaba; pero él no contaba con mi existencia en aquel instante. 

Entre forcejeos de alguna forma lograron separarse. 

Allí todo se fue por la borda. 

Ante situaciones exaltantes, tendemos a perder el control fácilmente; aquella noche ninguno estaba de buen humor; así que mientras ellos se iban a golpes en la pequeña sala yo me encontraba mirando por la ventana. 

"¿Terminarán pronto? ¿Debería llamar a la policía?" 

Me encontraba bastante aburrida. 

En algún punto todo se quedó en silencio, tuve un leve presentimiento. 

Desde pequeña, mi padre siempre me había dejado claro que debía aprender a defenderme, como no supo explicarlo de forma adecuada tuve que sacar mis propias conclusiones, lo que nos lleva a una yo adulta llevando consigo siempre un pequeño cuchillo que pasaría desapercibido para cualquiera, un objeto inocente del que nadie se da cuenta. Por precaución lo llevé conmigo antes de comenzar a caminar hacia donde se suponía ellos estaban. 

Era joven, se veía realmente joven. ¿Lo habían retado, quizá, a entrar a una casa aleatoria a robar como prueba de valentía? Escuchaba mucho de eso en aquellos días. 

Sudoroso; pero pálido, casi podía ver lo mucho que le temblaban los labios. ¿Estaba llorando?

Realmente se encontraba alterado. 

"Parece que la has liado", me pregunté cómo un chico tan débil en apariencia había podido derribar a un chico más alto y fornido de lo que era aquel chiquillo, tal y como estaban las cosas no me encontraba en condiciones para pensarlo demasiado, era cuestión de segundos para que él entrara en aun más pánico. 

No pudo hablar, en lo más mínimo, le di dos opciones: Podía esperar a que llegase la policía sin oponer resistencia, o podía intentar escapar. 

No eligió ni una ni la otra, en su lugar se abalanzó sobre mí como una criatura enjaulada que no conoce otra cosa más que la violencia. 

Antes de darme cuenta era yo quien se encontraba con las manos estampadas en carmesí sosteniendo el cuerpo de quien había sido mi único amigo hasta ese momento. 

Pude haber derramado lágrimas; quizá, ciertamente en ese punto mi cerebro se desconectó de manera abrupta ante la idea de contemplar la realidad, él siempre había sido demasiado sentimental y yo siempre demasiado frívola para asegurarme de poderme expresar, no sé quien se lamentaba más. 

Solía tener un amigo, y este amigo se fue para ya no regresar. 

Solía tener una vida, y esta se fue para ya nunca poderse recuperar. 

¿Hablaba de él o de mí misma?

Tal vez el chico que entró a hurtadillas a media noche lo sabría. 

Mi experiencia solitaria con la compañía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora