Hubo alguien a quien amé.
Le amé con cada átomo de mi cuerpo y con toda la fuerza que mi mente lastimada me permitía tener.
Estábamos heridos y desesperados, tan rotos como el cristal que yo misma rompí hace tantos años. Pero nos queríamos y dijimos que permaneceríamos acompañándonos.
¿Qué fue lo que sucedió, entonces?
No me di cuenta sobre en qué parte del camino había decidido dejarme ir, en qué momento decidió rendirse y partir en soledad mientras el mundo mismo le fracturaba el alma más. ¿Cuándo fue que...ya no pudo más?
A veces el amor no es suficiente para tapar con curitas las heridas sangrantes que arrastramos desde que el mundo se encargó de todo complicarlo, como leí hace mucho tiempo: "Hay cosas que ni siquiera Dios puede curar".
Pero me negué a aceptarlo.
Me negué tanto que cada vez que le veía al despedirme terminaba llorando.
Se veía...tan triste. Los ojos apagados y cansados, con la preocupación en la expresión sobre cómo sobreviviría en este lugar absurdo. Con una sonrisa...dolorosa.
Me obligué a ser fuerte de manera casi demoníaca, le rogué al cielo que me diera un poco más de tiempo, quería hacer algo más que quedarme sentada a esperar que su vida se terminara de marchar...yo, quien no era capaz de salvarse a sí misma; quería salvar a alguien más.
A veces dos polos defectuosos se inclinan y se apoyan sobre el otro...y funciona, algo se mantiene en secreto dejando un cálido recuerdo...Pero, hay ocasiones en las que el dolor es tanto que todo lo que queda son trozos...y un recuerdo gélido.
Hubo alguien a quien amé.
Pero no éramos lo suficientemente fuertes, lo suficientemente pacientes, no éramos lo suficientemente...
Hubo alguien a quien amé.
Hubo alguien por quien luché.
Hubo alguien...a quien quise ver sonreír honestamente.
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Mi experiencia solitaria con la compañía.
Short Story¿Y si mejor le das la oportunidad?