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Los primeros días no fueron tan fáciles como creyó que serían.

El mal humor de Jungkook había mermado notoriamente y aunque había sido más fácil entablar conversaciones triviales con él a través de notas, aún se negaba a asistir a terapias o ha recibir ayuda de cualquiera que no fuera Jimin.

No obstante, esa pequeña y poca esperanza que había nacido en Jimin murió a la semana de convivencia.

Un día simplemente decidió que ya no quería nada, mucho menos si venía de Jimin.

A Jimin no le quedo de otra más que forzarlo a levantarse de la cama, pese a toda la resistencia que había puesto para que no pudiera levantarlo: llevarlo al comedor, olvidando sus quimioterapias y quedándose con Jungkook diciendo y haciendo todo lo posible para que comiera.

Llevaba más de dos días sin probar bocado alguno, y aunque podía dejar pasar la falta de duchas, no podía dejar pasar el detalle de que ni siquiera había hecho del baño durante esos dos días.

Taeyang y Luna habían ido al primer día de su negativa a comer, pero como siempre, ni ellos habían podido hacer nada.

Tuvo que tomar una respiración profunda antes de volver a pedirle a Jungkook que comiera.

—Aunque sea un sorbo —insistió, dirigiendo una cuchara de sopa a su boca.

Jungkook desvió la cabeza, evitando que llegara siquiera a tocarlo.

—Por favor —rogó Jimin—. Si no quieres sopa, puedo hacer que traigan lo que desees, solo dime qué es lo que quieres.

Jimin espero un minuto entero alguna petición de Jungkook, pero al no haberla volvió a recoger otra cucharada, ahora de puré de papas esperando que esta vez funcionara, recibiendo inesperadamente un gran empujón del brazo izquierdo de Jungkook, provocando que no solo la cuchara dirigida a su boca se cayera, sino que también lo hicieran el resto de platos que estaban en la esquina de la mesa por la fuerza que Jungkook había ejercido en el empujón.

Los platos haciéndose añicos en el suelo alfombrado junto con el estruendo de los cubiertos esparciéndose en el piso hicieron que la mayoría de los empleados de Jimin llegaran al comedor en segundos.

—¿Se encuentra bien, joven Park?

Jimin estaba tan conmocionado por lo repentino de todo, que se había quedado estático mirando los restos de platos en suelo.

Su reflejo en uno de los cubiertos le hizo darse cuenta de que estaba llorando, probablemente por la frustración, o tal vez porque se sentía lo suficientemente inútil por su nulo intento de ayudar a Jungkook. ¿Qué lo había hecho pensar que podía hacerlo en primer lugar? Si ni siquiera podía ayudarse a sí mismo, menos podía ayudar alguien que evidentemente no lo soportaba.

—Jimin —musitó, con la ira irradiando su tono, como si el hecho de que lo llamasen por su apellido importaba más que lo que acababa de suceder—. Me llamo Jimin —siseó.

Una empleada que se había desplazado cerca de los restos rotos entre Jungkook y Jimin se detuvo cuando Jimin gritó antes de que pudiera siquiera tocar algo.

—¡Váyanse! —La sorpresa de sus empleados por el enojo de Jimin los dejó paralizados unos segundos; segundos que tomó Jimin para gritar aun más airado—. ¡He dicho que se vayan! ¡Largo!

En cuestión de nada volvieron a estar a solas, con un ambiente extremadamente tenso.

En el pasado había tenido muchas rabietas como las de Jungkook, e incluso peores. El haber nacido en una familia acomodada con diversas enfermedades a lo largo de su vida lo habían alentado a ser un niño y adolescente malcriado que gritaba, hacía y deshacía a su antojo siempre que quería, y aunque el tiempo, la edad y la madurez se habían acentuado en él para hacerlo mejor persona; alguien agradecido y sin arranques de ira irracionales, sabía que mucho de ese enojo aun lo consumía por dentro.

Hacía años que no gritaba, o era así de desconsiderado con personas que no tenían la culpa de prácticamente nada, pero el berrinche de Jungkook y el hecho de que sus empleados se aferrasen a llamarlo por su apellido lo habían hecho explotar, liberando esa parte de sí que más detestaba.

Tenía tantas ganas de gritarle a Jungkook que se fuera al diablo, pero toda su ira se quedó en la nada cuando dirigió su mirada a él y Jungkook simplemente lo miraba con aun más furia. Era como verse en un espejo.

Y entonces, lo entendió. Entendió la devoción, la frustración, la angustia, la preocupación de todos quienes lo habían rodeado durante su vida antes de que los alejara a cada uno.

Su familia e incluso el mismo Taehyung insistiéndole para que tomara los tratamientos necesarios para el cáncer, juntos a los sollozos de frustración de su madre y hermana cuando decidió mudarse lejos de ellos para que lo dejaran tranquilo lo golpearon con una culpa increíblemente fuerte.

¿Era con Jungkook con quien iba a pagar todo lo mal que había hecho? Si era así, ¿qué se suponía que tenía que hacer?

Tomando fuerzas, se limpió las lágrimas de los ojos y hizo lo único que podía hacer en ese momento; enfrentarlo.

—¿Qué es lo que quieres, Jungkook?¿Cómo quieres que actúe para que dejes esta mierda infantil en la que estás sumergido? —le preguntó, sin recibir respuesta.

Jimin prosiguió, más abatido que enojado.

—Tan solo quiero ayudarte. Si tan solo me dejaras...

—N-n-no quie-e-e-ero t-t-u lás-ti-m-m-ma —lo interrumpió Jungkook, escupiendo las palabras con trabajo y rabia.

Jimin casi se rió por lo ilógico de sus palabras.

—¿Mi lástima? ¿Crees que te he cuidado solo por lástima? —cuestionó, levantándose y girando la silla de Jungkook para que quedasen cara a cara—. ¿Por qué la lástima sería un estímulo para soportar todo esto, Jungkook?

Jungkook enterró sus uñas furiosamente en el reposabrazos de su silla de ruedas, con la única mano que costosamente le servía.

—S-s-s-s-o-o-lo qui-i-i-ie-r-r-res —Jungkook inhalo, disgustado porque las palabras se deformaban cada vez más.

Sabía que si quería decir algo medianamente entendible tenía que tranquilizarse, pero el enojo, la frustración y una tristeza inexplicable lo estaban consumiendo tanto, que no podía soportar más no decirle todo lo que quería decirle.

Con la cabeza señaló su libreta y la pluma abandonada en la mesa para que se la diera. Acto que Jimin cedió al instante, haciendo lo que le faltaba por arruinar la calma de Jungkook al sostenerle la libreta mientras escribía.

—¡Y-y-y-a b-b-b-bas-s-s-ta! —Empujó todo lejos de nuevo—. N-n-n-no qui-i-i-i-ero n-n-n-n-n-a-a-ada d-d-de t-ti. ¡D-d-d-éja-m-m-m-e tran-q-q-q-qui-l-l-lo!

Esta vez, Jimin de verdad se rió. No por burla hacia Jungkook, sino por lo cómico que resultaba todo como un déjà vu. Casi podía verse a sí mismo al final del comedor gritando exactamente lo mismo que estaba diciendo Jungkook ha sus padres.

En ese momento, nadie tuvo la valentía y tal vez las fuerzas para hacerle entender que no querían molestarlo, que no sentía lastima por él y que todo lo que querían era ayudarlo. Salvarlo de sí mismo.

Entendiendo todo eso, fue capaz de decirle todo lo que nadie fue capaz de decirle a él.

—El único que siente lástima por sí mismo aquí eres tú, Jungkook.

Levanto todo lo que Jungkook había tirando con calma. Al terminar, se limpió con una servilleta y continuó:

—¿No quieres que te ayude? ¡Bien! No lo haré, pero no dejaré que te hagas esto solo porque estás fastidiando con la vida por algo que tu mismo has decidido. No voy a dejarte —afirmó—, puedes odiarme todo lo que quieras, lastimarte y lastimarme en el proceso si así lo quieres, pero, ¡no voy a dejarte!

Tragó sus lágrimas antes de terminar definitivamente con el tema.

—No dejaré que te rindas sin siquiera intentarlo —Camino hacia la salida del comedor, deteniéndose en el lumbral sin mirarlo—. Tú aun puedes empezar de nuevo, y no voy a permitir que el enojo y el odio opaquen un nuevo comienzo para ti.

Ése fue el último día que Jungkook vio a Jimin durante casi dos semanas.

Stand by me ─ Kookmin AuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora