Cumplía quince, su madre no llegaba aún porque el tráfico era una verdadera locura en medio de una marcha laboral que se podía considerar una manifestación completamente violenta por parte del equipo policial. Su padre había llegado hace unas horas recién.
Los dos en la mesa del comedor, con él sonriendo como un idiota por el regalo que el aún más emocionado de su padre le había dado. Su papá sonreía aún más que él, apoyando su cabeza entre sus manos mientras le veía disfrutar de su pequeño presente.
Un gato.
Un gato muy lindo de cola pomposa y patitas regordetas, era muy peludo casi como una pelusa negra, además de esa cabellera brillante y oscura como la noche lo hacían ver precioso. Al verlo a los ojos se encontró con el pequeño animalito extasiado por las caricias que repartía por al rededor de su rostro, dejando apenas entrecerrados sus dorados ojos de vez en cuando antes de cerrarlos de nuevo.
Un gato adulto, aunque no era mayor, quizás unos tres años.
--Es hermoso--No podía evitar susurrar por sobre los dulces sonidos que el pequeño gato emitía. Era precioso.
Se quedaron en silencio un rato en donde lo único que llenó el vacío fue el ronroneo continuo del felino, era cariñoso al parecer porque no se quería despegar de las manos de su nuevo dueño.
Papá no decía nada.
Ciro sólo se quedaba hipnotizado con lo dulce del minino, pero la mirada de su padre era como un laser, en cualquier momento sentía que traspasaría su cabeza.
No sabe decir en qué momento se puso pesado e incómodo el ambiente.
--Hijo--Fue tan suave y tan repentino que durante un momento no supo si de verdad lo había llamado o si sólo lo había imaginado. Sacudió la cabeza, estaba fantaseando, de nuevo no había dormido bien. O eso pensó, antes de que su padre siguiera hablando--¿Quieres hablar sobre eso?
Todo se detuvo.
El gato incluso pareció leer el ambiente que ahora podía jurar que pesaba incluso diez kilos más que antes, ya que subió sobre el regazo del chico en cuclillas delante suyo para sentirse un poco más protegido.
Ciro hubiera hecho lo mismo, pero en ese momento no había nada que lo pudiera haber hecho sentir protegido.
Ese tema era un tabú, nunca se mencionaba y nunca se hacía referencia a ello.
El tío nunca existió.
No, nunca lo hizo.
No quiere hablar de eso, no quiere hablar de nada.
Basta, no, no quiere, ya es tarde.
Pasó casi una década ¿Por qué no todos lo olvidan?
¿Por qué él no lo olvida?
No respondía y su padre parecía cada vez más expectante a su respuesta, pero era tarde, era demasiado tarde y él ya no quería pensar en ello nunca más.
Quizás si lo ignoraba, quizás si fingía olvidarlo...
--Ciro, por favor...
--Amadeus.
No podía verlo a la cara, no quería.
--¿Qué?
--Amadeus, quiero que el gato se llame así.
Pánico, miedo.
La respiración no volvía a la normalidad.
Papá desistió.

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Imbéciles
Storie breviBruno huía de una boda. Matías de un asesinato. Y Ciro ya no podía volver a casa. Tres imbéciles.