Capitulo 10

66 12 7
                                    

Priscila era la persona más cercana de Bruno en todo el mundo, era todo lo que tenía luego de lo que sucedió con Brandon. Su padre era bueno, claro que lo amaba y él amaba a su padre también, por supuesto que si. 

Pero el amor no te hace un buen padre.

No hace milagros.

No te salva.

Nada te salva.

Así que su papá no era exactamente alguien con el que se pueda sentir apoyado. Nunca tuvo una madre, al menos hasta donde sabe ya que Estanislao no le había querido decir nada sobre ella, luego la familia de Priscila era un caso aparte. Especificar porqué no confiaba en ellos sería una redundancia.

Ella era todo lo que tenía. Él era todo lo que ella alguna vez quiso en su vida.

Bruno desde pequeño era llamado lindo, no por nada ya que su cabello, aún largo y bien cuidado, tenía su encanto, al igual que esos grandes y tiernos ojos verdes. Era un niño precioso que creció para ser un hombre atractivo.

Era dulce y muy social en su momento, las madres lo adoraban por algo, así que no era raro que una chica como Priscila caiga enamorada de él.

Era enérgica e hiperactiva, su madre siempre se reía de lo torpe que podía llegar a ser por lo atolondrada, además de que lo que tenía de activa también lo tenía de linda. Era una muy buena persona. No era raro que un chico como Bruno la quiera tanto.

Para ese entonces Brandon ya no estaba, y de alguna manera Bruno tampoco, su cabeza se había dispersado de una manera que en realidad no podía explicar, era él, seguía ahí, pero faltaba algo.

Bruno ya no hablaba, no tenía nada que decir.

Priscila era su nuevo todo, ella era la única persona con la que habló por un tiempo. Él fue lo único que ella tuvo desde ese entonces.

Había una pesadumbre extraña esa tarde, como si el presentimiento de que algo iba a pasar se materializara en una bruma que no se veía, sino que se sentía, que pesaba. No está seguro de cuando fue que pasó con exactitud, tiene un margen de referencia de unos meses.

--Me gustas...--Cuando se ponía nerviosa empezaba a jugar con su cabello entre sus dedos, revoloteándolo entre sus manos como un pequeño juguete, además de que sus ojitos de cachorrito regañado y sus mejillas rojas la hacían ver tan tierna. La amaba, claro que la amaba---...En realidad, me gustas mucho.

Entonces ¿Por qué sentía tantas ganas de vomitar?

Se sentía mareado, atónito, aterrado.

No necesitaba esto, no quería que esto pasara. Pero cuando ella lo besó es que se dio cuenta.

No era su opción después de todo.

Se le iba el aire, no podía respirar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Se le iba el aire, no podía respirar.

Apoyado contra la pared del lugar, intentando tomar aire por la boca, recuperarse del ataque que le había agarrado.

Respirar, sólo necesita respirar.

No puede ser, no puede ser.

La bilis le dejó un sabor asqueroso en la boca, cada que inhalaba sentía ese repugnante sabor invadiendo sus sentidos.

Una mano le sostenía el cabello.

Una mano que había hecho cosas terribles.

Que era responsable de una muerte, un homicidio.

Quería hablar, quería gritar pero el aire no se lo permitía, la garganta le ardía producto del vomito.

Eso y el miedo.

¿Qué le diría? ¿Qué debía decir?

Matías, el chico que anoche le contaba que su padre era una peste, ahora no podía siquiera verlo a la cara. Estaba con la cabeza gacha y con la respiración quizás peor que la de él. Se estaban ahogando al mismo tiempo pero separados.

Bruno estaba aterrado por no saber qué es lo que ese chico pensaba hacerle.

Matías al parecer estaba aún más asustado que él, parecía un niño luego de cometer un error y que espera el castigo. Había sido descubierto.

--¿Estás bien?

Casi pudo palpar el temor que el chico sintió al ser observado por Matías y por él. Matías tenía una mirada aterrorizada, hundida en el pánico, claramente intimidante para alguien que no sabía (No parecía haberlo oído) la razón. Bruno no estaba mejor tampoco, se sentía su mirar incluso si no podía verse a si mismo, sabía que se veía pálido y aterrado, algo que no era muy confiable.

Si fuera Ciro también se hubiera asustado de dos desconocidos que es obvio que esconden algo. Algo alarmante.

Algo que hacía que las manos del chico que lo ayudaba a pararse temblaran.

Y que había logrado hacerlo vomitar.

--Si...

--¿Quieres que pida un medicamento?

No, no quiere nada, quiere irse, quiere estar en cualquier otro lugar.

Quiere sentirse seguro por una vez en su vida desde que Brandon murió.

--Si, ve a buscarle uno por favor.

Ciro fue.

Matías lo miró.

Bruno se aterró ante el miedo que encontró en esa mirada. Le asustó no encontrar odio, molestia, frialdad. Se veía como un niño alterado.

Ciro no sabía nada.

Matías era un asesino.

Y Bruno, sinceramente, no era más que un maldito cobarde.


ImbécilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora