Capitulo 7

116 26 10
                                        

Manejar toda una noche no había sido la mejor de las opciones, en especial cuando todo lo que tienes encima es tu celular, un traje de casamiento y a dos desconocidos que podrían apuñalarte en cualquier momento.

La noche había caído rápida, el sol había bajado en silencio y sin preocuparse de si ellos quedaban a merced de la oscuridad y lo que esta escondía.

No iba a manejar en medio de la niebla a la noche. Y no pensaba dejar que los otros dos que siquiera habían podido prender un auto lo hicieran.

En la parte de atrás el castaño, acurrucado contra una de las puertas y hecho una bolita con sus piernas contra su pecho es que dormía, de sueño ligero al parecer ya que apenas tosió abrió los ojos con sospecha.

Los tres desconfiaban uno de los otros, y con razón, no tenían nada de los otros además de los nombres y unos leves datos básicos más.

Al lado suyo el chico más joven de los tres, mirando por la ventana, perdido entre las estrellas de la noche. Estaba lindo el cielo si le quitabas la niebla.

Cada tanto y si no lo imaginaba es que el chico lo miraba de reojo, con intriga, curiosidad. Buscaba una charla, el querer dormir aunque sea un poco más tranquilo de que iba a amanecer con los dos riñones en su lugar.

Él también correspondía las miradas, aunque sin mantenerla ninguno de los dos. Lograba ver los rulos del chico tapar su visión cada tanto, la verdad, parecía una escena de una novela. El chico lindo que le dedica miradas, una escena repetida en las historias de amor.

Pero esto no era una historia, no era de amor, y no le dedicaba miradas con una intención dulce.

Pero si era lindo, no se retractaba.

No-homo.

Escuchó como se aclaraba la garganta, respirando suavemente pero sintiéndose esa fuerte tensión que no los dejaba hablar, siquiera mirarse, sólo unas revoleadas de ojos que apenas eran correspondidas por los dos lados.

Su boca se secaba cada minuto más, necesitaba decir lo que sea.

--¿Y de dónde vienes?

Esta vez si, el chico junto a él volteó a verlo como si no llevara al menos veinte minutos esperando aunque sea una pregunta que empiece la conversación.

--Del pueblo, siempre he vivido allí--Asintió con la cabeza al escuchar la respuesta, preocupándose unos segundos al no saber como continuar con la conversación sin otra respuesta por parte del contrario--¿Tú?

Bien, si la sigue.

--Yo también, es raro que no nos hayamos visto antes.

De hecho no, no era raro. El pueblo era pequeño pero él muy reservado a la hora de salir de su casa.  Incluso había partes que nunca había conocido, siquiera pisado.

Aún no se aprende las calles de su barrio, que vergüenza.

"Matías" realizó la misma acción que él antes, asintió con la cabeza, dando señal de que está escuchando.

Tensión, mucha tensión.

No se sentía fluido, sino muy forzado.

Como todo esto.

--y...--Siquiera se dio cuenta de cuando apartó la mirada del chico, aunque la regresó al instante al escucharlo hablar. Había parloteado ese desesperado "y" por no quedarse en silencio, sin querer cortar lo que era una supuesta charla. No quería quedarse en silencio, seguro ya había vivido bastante en él. O quizás sólo se aburre--...¿Por qué...--Lo duda, duda lo que quiere decir, mira un segundo a otro lado para meditarlo aunque el único segundo en el que lo piensa no es suficiente ya que la final lo suelta como algo completamente atropellado--...Es que te vas?

Claro, la razón por la que estaba viajando en un coche sin nada y con dos desconocidos.

Y en un traje, recordemos el traje.

Con un tirador que había logrado desabrochar.

--No quería casarme--No era un secreto en absoluto, no era algo que lo enorgullezca tampoco, no es como si quisiera llevarlo en una estampilla todo el tiempo abrochada en su camisa, pero no era algo que lo apenara. Tanto. ¿O si? No estaba seguro de como se sentía al respecto aún-- Y no podía decirle que no.

No sentía que debía ocultarlo, mucho menos evitar que se sepa, era algo que simplemente había pasado. Que pudo haber evitado, que desearía no haber tenido que vivir, pero que al final pasó. Era tan difícil de explicar.

El otro chico asintió lentamente, de nuevo, como si no supiera que decir.

Oh, olvidenlo, sólo estaba conteniendo la risa.

Eso no sólo lo molestó un poco sino que también lo avergonzó.

Por un segundo sintió el calor subir a sus mejillas, no le gustó que se ría de él.

--Entiendo, debió ser difícil...--Entre las "comprensivas" palabras de supuesto aliento es que una sonrisa tonta se iba entremezclando en sus labios, intentando ocultarla con su serio mirar. No se lo estaba tomando en serio. Le molestaba--...Huir de una boda.

--¿Y tú por qué te vas?--Casi y que atropelló lo dicho con la última frase del contrario. Si tanto se reía era porque tenía una mejor razón para largarse.

Aunque a este punto ya le causaba más intriga quienes se quedaban que quienes se iban, ese pueblo era como un molde que sientes que ente la mínima que hagas ibas a romperlo, quizás eso mismo era lo que lo había mantenido dormido tanto tiempo en su propia piel. Él, un poco sin quererlo y sin opción, fue que destrozó su parte del molde.

Era un molde de vidrio, si, así podía explicarlo.

Como una cortadura, profunda y dolorosa que cicatriza demasiado lento, incluso pareciendo que nunca lo haría, eso es la definición de lo que pasó. Y nadie oculta una cortadura, al menos no mayormente.

No la presumes, pero tampoco la tapas por sobretodo.

Sólo lo explicas si preguntan.

--Creo que mi padre asesinó a mi madre.

No fue intencional, en serio que no lo pensó demasiado cuando lo hizo, pero la mirada que le dio apenas pudo terminar de procesar lo que salió de su boca fue tan grotesca e incrédula que incluso se sintió mal cuando lo hizo.

Apenas notó su propia expresión fue que la cambió por una de supuesta serenidad, asintiendo como antes, fingiendo comprender lo que el otro chico le contaba. Si, claro que fingir comprender una sospecha de homicidio era normal. O al menos era lo que quería pensar para no bajarse de ese auto y empezar a caminar hacia su casa desde allí.

Se quedaron callados mientras pretendían que no era incómodo lo que estaba pasando.

Si, si, era muy común.

Oh, mierda el chico a su lado acaba de reírse.

Carajo.

Que vergüenza.

O bueno, que miedo.

Lo que sea.

ImbécilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora