Capitulo 4

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--¿Hola? Buen día, quería pedirles que si por favor pueden bajar el volumen porque...--Se calló al notar que ninguno le prestaba atención, el hombre mayor sólo lo miraba con una mirada vacía y sin ninguna clase de interés en lo que estaba diciendo mientras que la otra persona que anteriormente estaba gritándole al viejo ahora caminaba con cierta rapidez hasta un auto en particular.

Por un pequeño segundo su cabeza le dijo que se fuera porque la discusión que hace un momento lo había llevado a ese lugar había acabado, finalmente nadie gritaba así que no tenía que preocuparse de lo que sea que estuviera pasando allí. 

Pero por otro lado también no pudo evitar pensar en que no quería volver realmente, quería hacer cualquier cosa que no incluyera tener que volver. No quería casarse y aunque sea por un rato intentaría olvidar que iba a hacerlo de igual manera aunque todo su cuerpo estuviera rogando por huir.

Desgraciadamente y aunque todo le gritara con voz agónica y escupiéndole en la cara que debía irse, aún así no lo haría porque su cerebro es un líder cruel y ególatra que hará lo que su ridículo narcisismo le dicte. Debe quedarse, debe estar ahí para Priscila.

Apretó los labios, intentando silenciarse solo, acallar la voz dentro suyo que le pedía que se quede en ese lugar, que no vuelva nunca a aquella capilla, que no se case, e intentó darse la vuelta para volver a lo que en ese momento era su infierno de pesadilla pero un grito le llamó la atención antes. 

En el fondo, donde esa persona que hace un momento estaba discutiendo había ido, donde una persona estaba sentada en un auto, uno de los pocos en relevante y cuestionable buen estado. Sus pies no obedecieron ninguna orden directa, se movieron firmes, rápidos, curiosos hacia allí, sabiendo que no le incumbía y que en realidad debía irse.

Debía, debe, deber.

¿Quién se supone que decide que se debe hacer?

Los gritos de la persona de fuera del auto eran muy altos, tenía sentido que lo haya oído desde fuera de la capilla porque parecía un niño haciendo un berrinche de lo alto que llegaba a gritar. Lo miró desde atrás con atención, era alto, no tanto como él, y un poco fornido. Si era violento podría controlarlo, años de futbol le servirían de algo.

--¡Te lo pagaré!--Se sorprendió cuando volvió a gritar ya que esta vez estaba bastante cerca y el grito había retumbado en todo su oído, haciéndolo hacer una mueca un tanto desagradada por la sorpresa y el fastidio de haberse quedado un tanto sordo.

--Disculpa...--El chico frente a él se dio la vuelta al escucharlo, mostrando una expresión muy diferente a la enojada mueca que él estaba esperando. El chico, quizás un poco más chico que él, se veía tan asustado y desesperado, como si luego de esto se fuera a desvanecer, como si es que no llegaba a recibir lo que estaba pidiendo se le vendría el mundo abajo.

Por un momento se sintió como si se estuviera viendo a si mismo hace unos años.

Sus grandes ojos parecían dos los de un pobre perro asustado, bien abiertos y llorosos, con lágrimas apenas notables y casi invisibles si no fuera porque la luz mañanera le daba directo en las pupilas. Aunque a pesar de que estuviera a punto de llorar intentaba dar una imagen dura y fuerte, como un cachorro aterrado que quiere morder para defenderse, con el ceño fruncido y casi bufando por la nariz.

--¿Tú también vienes por el auto?--Una muy suave y mucho más tranquila voz que la del chico de fuera del auto sonó, era de la persona de dentro de este, un chico también más chico que él muy probablemente. Este tenía una mirada mucho más asustada pero tranquila, como si quisiera mantener el control de si mismo, mantenerse calmado en vez de a la defensiva.

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