El chico detrás de él lo ponía incómodo y tenía una mirada rara, cada vez que lo miraba sentía que este estaba a punto de caer desmayado o de ponerse a llorar. Si llegaba a pasar uno de los dos iba a aprovechar y robarse el auto.
El chico de el lado, sentado con las piernas abiertas en el lugar del conductor, era igual de bizarro, tenía una expresión que sólo un loco pondría, parecía querer mantener la calma, demostrar una conducta tranquila e inalterable, pero por desgracia sus ojos estaban gritando sin descanso, gritaban en agonía. Sufría en silencio, quería ser liberado.
Le hacía acordar un poco a su padre, pero menos patético y más lamentable.
Su padre ¿Ya lo encontraron? No ¿Quién iría? ¿Por que? Hace demasiado que no iba a trabajar y no tenía amigos que se preocuparían por él.
Nadie lo buscaría porque ya había desaparecido el día que su madre lo hizo, se había perdido con ella aunque sin quererlo.
Él desde hace meses que no se presentaba al colegio, nunca apareció desde que inició el año ¿Quién se extrañaría de no verlo allí una vez más?
Tenía tiempo, no mucho, casi nada en realidad, pero tenía un poco antes de que el olor de la carne descompuesta atrajera a la policía, o las cuentas que no se pagaban desde hace meses, o quién sabe qué.
No, debe dejar de pensar en eso.
Debe irse, eso es todo lo que importa.
--Puta mierda--Miró al rubio a su lado, este tenía el ceño fruncido y los labios apretados, su mirada estaba fija en la llave que cada tanto intentaba girar para encender el condenado motor que se negaba a obedecer ordenes tan simples y tan básicas como era el que se encienda.
No entendió porque una persona que no iba a ir con ellos a donde sea que estuvieran yendo se frustraba e intentaba con tantas ganas prender el auto.
¿Había cambiado de opinión e iba a acompañarlos? Por una parte le gustaba la idea de que no sean sólo dos porque en realidad no sabía como iniciar una conversación con alguien que estuvo unos diez minutos escuchándolo hablar como un idiota y no le respondió nada hasta que el otro llegó. Aunque por otro no estaba muy de acuerdo con que sean más ya que había más posibilidades de que lo encuentren, o si esparcía la noticia, de que uno de los dos se enterara y lo delatara.
Ya había llegado hasta ahí ¿Qué sería lo peor que podría pasar? Que lo atrapen siempre fue un riesgo.
Morir no era algo a lo que le temiera.
Mucho menos a matar.
El sonido del motor encendiendo distrajo sus pensamientos, ninguno dijo nada ni celebró lo sucedido, apenas se conocían y diez de los veinte minutos en los que los había conocido había estado discutiendo con el de los asientos traseros, así que confianza no había una mierda.
Ninguno dijo nada cuando el rubio empezó a manejar a la salida del lugar.
Lo vio de reojo, un poco con intriga y otro poco con curiosidad, registrándolo con su mirada, registrando a la persona a su lado. Rubio, de una tonalidad clara que incluso le hacía pensar en los fideos "cabello de ángel" pero con unos pequeños bucles que no lo dejaban caer con libertad por su lechosa piel blanca, era tan pálido que si le fuera a apretar la muñeca seguramente esta quedaría roja. Parecía una especie de querubín con pinta de haber sido desterrado del cielo.
--¿Cómo se llaman?--Preguntó ya retirando su vista del ahora conductor, apretando sus labios con algo de incomodidad por el silencio tan molesto que había alrededor y por como parecían embelesados en su propia cabeza que habían olvidado que los demás estaban allí.

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Imbéciles
Storie breviBruno huía de una boda. Matías de un asesinato. Y Ciro ya no podía volver a casa. Tres imbéciles.