--Matías
Un suspiro entrecortado y un sollozo enojado fueron su respuesta ante el repentino llamado, sin siquiera tratar de alejar el pánico o la desesperación de su rostro, manteniendo su enardecida expresión al escuchar el tono tan vacuo. Así fue como, dejando que sus lágrimas caigan como dos cataratas de sus ojos y que su respiración se cortara en cada letra, respondió en un ligero grito que intentó ser un susurro:
--¡¿Que?!
Ciro al escuchar semejante grito salió de su aparente trance, dirigiendo su aterrada mirada hacia su propia mano que era sostenida por Matías, ya que lo había ido arrastrando así, tomándolo de la mano y tirando de ella en todo el camino largo y desconocido que habían recorrido esa noche.
Tenía la piel áspera.
Levantó de nuevo la mirada hacia los otros dos, quienes eran iluminados por las luces azules y rojas, luces las cuales lo deslumbraron unos segundos ya que habían estado corriendo en dirección opuesta a estas, dándoles la espalda.
--Es todo, no hay donde ir.
No estaba seguro si era porque hablaba con esa voz monótona que cada vez lo hartaba más o porque tenía razón en lo que decía, pero Ciro quiso llorar y golpearlo al mismo tiempo al escuchar lo que dijo Bruno.
Matías no tuvo una reacción muy diferente a la suya.
--¡Claro que si! Sólo debemos seguir corriendo.
Sabía que la desesperación y el miedo eran los que estaban haciendo hablar a Matías y lo que en ese momento lo impulsaban a seguir corriendo, a huir aunque su cuerpo ya no puede moverse y sus pulmones necesiten más aire porque sino se desmayaría.
Huir porque no había otra opción.
--¿Sabes donde estamos? Hemos corrido por casi una hora.
Ciro casi se emocionó por su buen estado físico al escuchar cuanto se habían estado moviendo, pero al instante se le pasó.
Poco le serviría si terminaba preso.
--¿Y que pretendes hacer? ¡No podemos sólo detenernos!
Podía ser casi palpable la desesperación, incluso no sabía si era por lo cansado que estaba y lo poco que habían estado comiendo pero durante unos segundos creyó verla, aunque quizás sólo eran lágrimas que salían volando del rostro de Matías cada que este la sacudía al intentar negarse a lo que Bruno proponía.
Pero no era una propuesta, era una sentencia.
No había a donde ir.
--Estamos en el lado oeste, en unos kilómetros más está el mar ¿Qué piensas hacer? ¿Nadar hasta la siguiente ciudad?
Y si le hubiera dado la oportunidad seguramente hubiera dicho que si, estaba seguro de que al menos lo intentaría si pudiera.
Porque no había otro fin peor para el desesperado Matías que terminar encerrado, pagando por sus pecados y errores. Errores que aunque no lo admitiría, no se arrepentía para nada.
Lo haría de nuevo si pudiera.
--¿El oeste?
Ambos dirigieron su mirada hacia el chico detrás de ellos, chico que por un momento habían olvidado que existía. Cuando lo vieron Ciro estaba pálido, con los ojos bien abiertos y los labios apretándose, pensando.
La pregunta era retórica, no buscaba una respuesta ya que a pesar del estruendoso ruido de las sirenas se escuchaban muy bien sobre ellas, quizás por la cercanía o porque era lo único que querían escuchar en ese momento, ignorar las malditas patrullas.
Ciro lo pensaba bien, sin quitar su mirada de los otros dos, variando entre ambos mientras intentaba pensarlo bien, aunque en ese momento cualquier acción que hiciera sería precipitada y desesperada para librarse de esa situación.
¿De verdad iba a hacerlo? Si estaba en lo cierto no debían estar lejos ya que el lado oeste no era grande en absoluto, era más mar que cualquier cosa, la playa no era extensa y ni hablar de su pequeño pueblito.
¿Valía la pena la situación?
¿Lo valían ellos?
No, en absoluto.
--Creo que sé donde podemos ir-- Continuó hablando finalmente, soltándose del fuerte agarre del contrario y empezando a caminar por entre los árboles más hacia el sur, donde suponía, por recuerdos de su infancia, estaba el lugar al que se refería--Pero necesito que me hagan caso.
Los otros dos se miraron unos segundos antes de empezar a correr nuevamente, yendo ahora detrás del chico que a pesar de estar cansado estaba más asustado.
"No había otra opción"

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Imbéciles
Short StoryBruno huía de una boda. Matías de un asesinato. Y Ciro ya no podía volver a casa. Tres imbéciles.