1. La canción.

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Terminaba de hacer, la que yo pensaba, mi última visión. Cómo es de costumbre, todo terminó mal, porqué soy Bruno y todos odian a Bruno.

Su cara era mala, de disgusto. —¿Moriré? ¡¿Por qué dices eso?! —y dando fuertes pasos se alejó.

Yo no deseaba la muerte a nadie, no, no, no. Solo decía lo que veía para tratar de cambiar el futuro aunque no sea muy posible.

Desde días pasados había cambiado mis cosas a otro lado, mi madre decía que mi don no era un don, que maldecía con eso y que era mejor que yo no lo usará. Regañaba a Pepa por sentir, la tenía controlada a mi parecer. Y Julieta, pobre de mi hermana, cocinaba sin parar...

Todos parecían estar muy fatigados por tanto trabajo que les daban en el pueblo, yo era él único que no le pedían muchos favores, quizá sabía el porqué. 

—¡Bruno! ¡Deja de andar deseando mal al pueblo, eres un inútil! —Pepa gritaba enfrente mío, mientras Dolores era abrazada por Luisa mientras le tapaba los oídos.

—Pepa... eres mala, yo no deseo mal a nadie, y te quiero, de verdad te quiero porque eres mi hermana, pero, ¿por qué dices eso?

—¡Otra visión más! ¡Otra más y no te salvas, Bruno!

Comprendía que tenían la presión por la ceremonia sobre el don de Mirabel, pero no tenía que llegar a un punto así. Incluso en la ceremonia de Camilo estaba muy nerviosa y causo rayos ese día, pero Félix logró calmarla.

—¡Pepa! —gritaron mi mamá Alma y Julieta al unísono —¡Tranquilízate, no quiero arruinar está ceremonia por tus lluvias! —terminó mi mamá.

—Bruno, hermanito, ¿estás bien? —asentí —Pepa, ¿por qué dices eso?

—¡Muchas amenazas por parte del pueblo y es todo culpa de Bruno! ¡No sabe controlar sus visiones!

No quería más esto, todos me culpaban, me hacían sentir mal, no era mi culpa tener este don, esta maldición.

Sigilosamente me fui de ahí, al subir me encontré con Mirabel.

—¿Qué pasa, tío? ¿Por qué la tía Pepa está enojada? No me gustan los truenos, significa que la tía Pepa está muy molesta. —Sus grandes anteojos ocupaban la mitad de su pequeño rostro.

Me puse de cuclillas para estar un poco a su altura —No hay nada de qué preocuparse, pequeña Mirabel, cosas de adultos, son muy enojones y gritan demasiado, no seas así cuando crezcas, ¿si?

Sus grandes ojos brillaban —, no tío Bruno, no me gusta que la gente grite, te prometo que no seré así.

—Bien, Mirabel. Prepárate para la ceremonia, es esta noche, ¿no te alegra?

—Si, estoy muy fe...

—¡Bruno! ¡¿Qué haces allá?! ¡Recuerda lo que hablamos! —Mi mamá Alma interrumpió.

—Adiós, tío Bruno.

No mire atrás, sin saber que esa sería su última despedida.

Me dirigía a mi habitación cuando sentí un jalón en mi poncho. 

—Tío Bruno... ¿Puedes cantarme esa canción? —era Camilo, teníamos una canción la cual yo se la cantaba a escondidas antes de que él se duerma, ahora la quería porque quería tranquilizarse por los gritos de los Madrigal. 

—¿Estás seguro? —le pregunté, no era el momento indicado, en el piso de abajo estaba mi madre Alma y mi hermana Pepa.

Él solo asintió levemente con la cabeza, sus manos le temblaban.

Ya en su cama le cante la canción.

¿Don o Maldición? ♪Visiones♪ | Bruno MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora