25. El fin del mundo

826 105 253
                                    

Pese a lo que creía en un principio al bajar de esa noria, Agoney está jodido.

Si bien es cierto que entiende los miedos de Raoul y que le cueste más expresar ciertas cosas, no puede evitar resquebrajarse un poquito más con cada mirada que le esquiva el contrario durante el tiempo que pasan en la pequeña feria que rodea la noria. Y es que él tampoco pide demasiado, no quiere que el guitarrista le declare amor eterno y lo bese delante de sus fans, pero al final siguen siendo compañeros de banda y amigos. Que lo vean hablar con él no es nada malo...

El catalán por su parte se siente el peor monstruo del universo. Sabe que está dañando al batería con su actitud. Lo sabe porque cada vez que le aparta la mirada, vuelve a fijarla en él cuando sabe que ya no puede correspondérsela y lo ve. Lo ve apagado y triste pese a empeñarse en sacar esa sonrisa falsa a pasear cuando Roi le cuenta un chiste o Luis le propone jugar a la caseta del baloncesto.

Joder, cómo le gustaría a él ser capaz de hacer lo mismo. Acercarse y pedirle que monte con él hasta en el dichoso tren de la bruja si es necesario. Pero es que simplemente no puede. Es consciente de cómo se tensan los cuerpos de los presentes, poniéndose al acecho, en cuanto ellos dos se acercan. Sabe que los gritos se intensifican cuando no puede evitar que sus ojos se encuentren. Y eso le hace temblar literalmente del terror.

El grupo es más que un shippeo. Su sueño tendría que realizarse porque gusta su música, no porque se esté enamorando de alguien. Él quiere ser Raoul Vázquez, el guitarrista y compositor de Laguna Azul. No Raoul, una de la partes de Ragoney.

—¿Vamos a dar otra vuelta en la noria? —Pregunta Ariel sacándolo de sus pensamientos.

—No me apetece mucho, la verdad, pero gracias —sonríe a medias el rubio.

—No me he explicado bien —ríe la pelirroja agarrándose al brazo de su amigo para tirar de él—. Vamos a dar otra vuelta en la noria.

A sabiendas de que en casos así no sirve de nada resistirse, Raoul se deja guiar por la chica hasta el primer vagón que encuentra libre. No es hasta que ambos se sientan que Ariel vuelve a hablar.

—Tenías mala cara ahí abajo —anota con fingida despreocupación.

—No tan mala como Agoney, eso te lo puedo asegurar —suelta con rabia hacia sí mismo el guitarrista.

—Ya... —se muerde el labio con nerviosismo la chica, sin saber muy bien cómo hablar con Raoul sin hacerle sentir más culpable de lo que está segura que se siente—. ¿Por qué no le pides jugar a algo cuando bajemos de aquí? No lo va a solucionar todo, pero seguro que le hará sentirse un poquito mejor.

—No sé, tía...

—Mira, Raoul, aunque nos hagamos los tontos todos vemos lo que pasa aquí —ríe la guitarrista al ver el sonrojo del chico—. Y, sinceramente, no sé qué piensas que espera de ti Agoney, pero yo creo que lo único que quiere es pasar tiempo contigo. Le da igual tener que fingir que solo sois amigos, pero que hagas como que no existe... No está bien.

—Ya lo sé, Ari, pero no es fácil actuar normal cuando tenemos a medio fandom pendiente de nosotros —se sincera al borde del llanto el catalán, suele pasarle cuando se pone nervioso—. ¿Sabes qué pasará si le pido a Agoney que juegue conmigo a tirar dardos a unos globos? Que Twitter se va a llenar de eso. De fotos nuestras, de vídeos del momento, de gente analizando cada gesto, de personas inventándose que fuera de cámara nos han visto juntos. Y no quiero reducir el que debería ser uno de los mejores momentos de nuestra carrera a eso.

—¿Y qué piensas hacer? ¿Ignorarlo toda la vida? Además, cuanto menos natural sea todo, más vais a dar de que hablar.

Las palabras de la pelirroja hacen reflexionar al rubio. Es cierto que Adán y Nerea están en una situación parecida a ellos y no se ignoran ni mucho menos. Pero es que la gente no parece tan interesada en la relación de ellos como en la que mantiene él con el canario.

LAGUNA AZUL (Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora