Capítulo 12

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El golpe seco movió su pecho, un impulso que la hizo arquear la espalda, abrir los ojos y contener el jadeo porque sabía que no estaba sola. Un parche de cielo estrellado se dejaba ver por el tragaluz que hacía de techo, la oscuridad alrededor era sublime, tanto como la que ella tenía por dentro.

Estos despertares eran algo habitual para Gala, pero esta vez, estaba muy lejos de casa. Conteniendo un gruñido por ese hecho, Gala se levantó un poco en la cama usando los codos como apoyo. No había luz en la chimenea, el fuego parecía haberse apagado, eso no era bueno, tampoco el sonido débil de dientes chocando unos contra otros.

Saliendo con cuidado, se dirigió al sillón donde dormía Alexander y lo encontró de costado, enterrado entre un montón de mantas y aun con todo eso tenía temblores en su cuerpo. Había brasas encendidas en la chimenea, pero su calor no daba alcance suficiente. Debió haberlo sabido antes...

Confiar en que el cocinero podía adaptarse rápido solo era una ilusión, Alexander no era de este clima, ella sí, y por eso debía protegerlo. Fue un error de los dos caer en la trampa, pero Gala echó a correr primero.

Determinada a no hacer que continúe sufriendo por algo que pudo no suceder, Gala se puso de rodillas, y sus ojos se abrieron, con un poco de sueño Alexander frunció ligeramente el ceño mientras trataba de levantarse, Gala puso una mano en su frente, por fortuna su temperatura no estaba por debajo del límite peligroso.

-Y-yo..., ehm..., o-olvidé poner un leño más grande antes de dormirme.

Inclinando su cabeza hacia un costado, Gala le observó, en completa oscuridad, sin embargo, ella todavía podía ver esos ojos... Siempre estaban llenos de inocencia cada vez que la miraba, y un destello de deseo tan profundo que le calentaba la sangre, le hacía sentir especial, pero en el fondo... No creía merecer eso. Porque Gala tenía una locura diferente, no de esas que atraía a los hombres con sonrisas atrevidas y acciones inesperadas, no, su locura tenía dientes y garras, y podía lastimar con una facilidad que helaba los huesos.

Su osa... No había dejado pasar a ningún hombre después de...

-Estoy bien Gala.

Su voz arrastraba un suspiro tenue y fue suficiente para traerle de regreso antes de que tocara ese recuerdo amargo.

-Ahora sabemos que no puedes dormir solo, con esta temperatura.

-Gala, yo...

-Arriba -ordenó, con su tono de enfermera-. Vamos.

Movió las mantas para que pudiera ponerse de pie, luego lo tomó de la mano, su piel se sentía tan fría pero su mirada estaba llena de un calor que parecía nunca acabar... Gala tiró de él para que le acompañara hasta la cama, con cuidado le quitó el gorro, su melena rubia se movió libre.

-Quítate el suéter.

Entre temblores, Alexander se deshizo del suéter negro y lo arrojó al sillón.

-También las remeras.

El pecho desnudo del hombre apareció para hacer que las yemas de sus dedos picaran y sus músculos internos se volvieran apretados. Gala respiró, firme aroma masculino...

-No -dijo cuando las manos de Alex viajaron a la cinturilla del pantalón térmico.

Gala apuntó hacia la cama. Él entendió y se metió debajo del cobertor pesado, ella hizo lo mismo del otro lado, pero procuró quedarse cerca de él. En su mente repetía una y otra vez que esto solo era un detalle técnico, una medida específica para que las bajas temperaturas no dañaran al león, necesitaba repetirlo, para creerlo.

Beso de Hielo (Serie Gold Pride 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora