Capítulo 13

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Una hora pasada del mediodía y la gran cocina estaba repleta por el olor de sus bollos, había preparado suficientes para cubrir la demanda de las bocas hambrientas en la superficie, y los ayudantes de Aidal estaban amasando más para aquellos que quisieran repetir o llevarse algunos para el camino.

Cocinar siempre le hacía bien para olvidarse de los problemas, le encantaba, y este sitio disponía de todos los aparatos que antes habría soñado con alguna vez tener. Definitivamente pondría a lucir sus mejores habilidades y recetas en este sitio, además de que Aidal estaba encantado con ideas nuevas para su menú.

¿Quién decía que los osos era brutos y salvajemente agresivos?

Al menos los de este espacio siempre se mostraron amables con él, y curiosos, Alexander recibió preguntas desde todos los flancos, ángulos y puntos de vista, desde la razón para llevar el cabello largo hasta como podía mantenerlo tan suave, pasando por como sonaba su rugido y si era cierto que en una coalición las leonas hacían todo el trabajo duro mientras los machos descansaban.

Gala no mintió acerca de la curiosidad implacable de estos cambiantes, pero donde a ella podría molestarle, Alex estaba encantado con la atención. También descubrió en el proceso de preparar seis tandas de bollos, que la Guarida Mayor era mucho más grande de lo que aparentaba ser a simple vista, lo desconocido, lo subterráneo, se extendía diez veces más de la medida de la estructura en la superficie.

Solo entonces recordó que estaba bajo tierra, a tres, tal vez cuatro metros por debajo del nivel de la tierra, antes de que la ansiedad comenzara a cavar profundo para convertirlo en un manojo de nervios, Alexander colocó la última tanda de bollos en el reluciente horno. ¡Qué maravilla tecnológica! Lo abrazaría de no estar tan caliente.

-¡Oh, qué olor tan delicioso!

Sus vellos se erizaron al notar esa voz gastada, sumida en un tono maternal pero a la vez un poco autoritario. Limpiándose las manos con el delantal, Alexander se puso de pie y ubicó a Sakari y sus pasos lentos por el pasillo izquierdo, cada uno de los ayudantes se detuvo de sus deberes para saludarla con una tonelada de respeto cada uno.

Y es que con solo mirar esos ojos oscuros podrías imaginar la enorme sabiduría y lo que ocurriría si llegaras a subestimar a esa mujer solo por su edad. Sakari podía ser vieja, pero continuaba siendo una osa polar.

Cuando la anciana mujer lo encontró con la mirada, a Alexander se le calentó el corazón y de pronto se sintió nervioso, como un cachorro de quince años frente a un adulto, más sabio, fuerte y poderoso. Pero Sakari tenía una dulzura en la mirada, y una forma de sonreír, que nadie se atrevería a decir que guardaba alguna clase de malicia en su corazón.

-No me imaginé que fueras cocinero -le dijo ella a Alexander.

Sakari rodeó su mesa de trabajo para acercarse a Aidal, tomar su rostro con ambas manos llenas de arrugas del tiempo y mirarlo como una madre mira a su cachorro. Aidal se convirtió en arcilla, y cerrando los ojos, bajó un poco su cuerpo hacia ella para que pudiera darle un beso en la frente.

-Agnaa et Natuk -murmuró-. Sakari.

-Aidal.

Alexander volteó la mirada cuando la anciana le encontró observando el encuentro, no podía decir con seguridad si eran parientes, pero por la forma en que se relacionaron, tal vez...

-No había visto esto antes -Sakari dijo, tomando un bollo tibio de una de las cinco cestas sobre la mesa de trabajo-. Huele bien, ¿es una receta nueva? -Sus ojos viajaron a Aidal.

La sonrisa del macho negro se llenó de orgullo, sus ojos se volvieron dos rendijas oscuras.

-Sí, pero la receta es del gato de Sialuk. -Y entonces le hizo un gesto a Alexander.

Beso de Hielo (Serie Gold Pride 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora