Final malo.

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Habían pasado varios meses, desde aquel secuestro, sin duda, algo que nunca va a poder borrar Kedamono de su cabeza.

Se sentía deprimido, no quería comer, ni mucho menos levantarse de la cama.

Se sentía cansado. ¿Tendría que acabar de una vez con su sufrimiento?

Era lo mejor, después de todo, Popee seguiría haciendo de las suyas, siempre atento a el, no dejándole espacio personal.

Aunque, algo le llamaba la atención de aquel chico rubio.

¿Acaso su familia estaba de acuerdo con esto?

—Cariño.. — Escucho la voz de aquel chico.

Curioso solo lo miro, mirándole con detalle.

—Últimamente, te veo muy decaído. ¿Te sientes mal? — Cuestiono.

—E-Estoy bien. — Logro contestar con una voz temblorosa y con algo de escalofríos.

El rubio solo puso su cabeza en las piernas del menor.

—Me preocupo demasiado por ti, cariño. — Dijo cerrando sus ojos. — Así que, te propongo algo.

El azabache solo le miro con curiosidad.

—La primera vez que me acerque a ti, quería hacer esto.

Dijo arrodillándose.

Kedamono ya sabía lo que venía, aunque, estaba nervioso, debería de rechazarlo con delicadeza, después de todo Popee es más fuerte que el, físicamente y mentalmente.

—Kedamono, ¿Te casarías conmigo? — Cuestiono con un rubor en sus mejillas y con una sonrisa.

Kedamono solo le miro con lágrimas.

—P-Popee..

—¿Aceptas?

—L-Lo siento, pero, es demasiado pronto. — Explicó nervioso, aquellas lágrimas que caían por sus mejillas no eran por felicidad, al contrario, era por miedo. — No quiero..

El rubio solo se paró de su lugar y le miro a los ojos.

Este solo corrió hacia el, haciendo que ambos cayeran a la cama.

Popee arriba de Kedamono, agarrando sus manos, con una mano recorría todo su cuerpo, con la otra le agarraba.

—Pense que al menos, aceptarías..

Popee solo le besaba con fuerza.

—P-Para, por favor.. — Suplicaba por ayuda, aunque, nadie le escuchaba.

El de ojos azules solo se dispuso a besar y a lamer su cuello, con algo de fuerza y bruscamente.

Obviamente, el azabache daba ligeros suspiros y alguno que otro gemido, pero no eran de placer.

—¿Señor Popee? — Cuestiono una tercera voz.

Era una sirvienta, parecía asustada y alarmada.

—¿Que quieres? — Cuestiono grosero.

—La cena está servida.

Popee solo asintio, para después pedirle a la sirvienta que se fuera del lugar.

Dejándolos solos de nuevo.

—Te salvaste, querido..~

Kedamono solo abrochaba correctamente su camiseta.

—¿Sabes?, No necesito tu consentimiento para casarme contigo. — Comento el rubio. — Después de todo, tu eres mi pareja, igualmente que serás el futuro padre de nuestros hijos.

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