Janneth Ivanova disfruta su soltería y fortuna de la mejor manera posible.
Tras una noche llena de alcohol, drogas y relaciones sexuales con un desconocido de ojos negros, su vida empieza a cambiar
...La mirada desafiante y sensual del hombre, y la...
Ninguno se atrevió a buscar del otro. A pesar de saber algunos datos que podrían ayudarlos.
Sin embargo, esos recuerdos quedaron en la mente de ambos.
—¡Joel!
—¡Janneth!
A lo lejos, Janneth pudo distinguir a un antiguo compañero, lo cual le sorprendió muchísimo. Él era uno de los descendientes de la familia más prestigiosa de Alemania, por ende, lo reconoció al verlo.
El joven Coulson estaba de maravilla. La última vez que se vieron fue hace 4 años, cuando Joel decidió irse a otro país para "mejorar su futuro".
—Estas hermosa.
—Siempre lo he estado.
El chico sonrío, pues era una actitud normal de ella.
—¿Cómo has estado? —Preguntó ella—.
—Pues... Entre viaje y viaje, puede decirse que pude estar peor.
—¿A qué te refieres?
—Un caso.
—¿Por eso volviste? —Preguntó con mucha duda, pues le parecía un poco extraño verlo de vuelta—.
—Si... Y no.
—Me confundes demasiado.
—¿Que te parece si mejor compramos un helado? —Dijo el joven tratando de distraerla, pues tenía prohibido hablar sobre sus casos—.
—Doble chocolate.
—Tu favorito.
Ambos caminaron a la heladería más cercana, y aunque hacía un poco de frío, era la escusa perfecta para entablar una conversación.
Tomaron asiento en su lugar favorito. Muchos recuerdos invadieron la mente de Joel. Pero la mente de Janneth estaba en otro lado. O más bien, en alguien.
—Sigues pensativa —se burló el sujeto—, no te has dignado siquiera en comerte las fresas.
—No es nada... Sólo...
—Problemas con tu padre.
Janneth asintió, pero sintió un poco de culpa al tener que mentirle. Hace 4 años eran muy buenos amigos. O eso creían todos, ya que a escondidas mantuvieron una relación amorosa, la cuál duró hasta que él salió del país.
—Es difícil tener que vivir con el recuerdo vivo de tu ex mujer —dijo suspirando—. Todos los días la recuerda al verme.
—Y eso te incomoda.
—Ese es el problema —Tomó una cucharada de su helado—. No soy igual a ella.
Janneth levantó la mirada para apreciar a su acompañante. Chocó con sus bellos ojos azules. Ni tan eléctricos, ni tan celestes. Era la combinación perfecta para reflejar el cuerpo de los anocheceres.
—¿Y por qué simplemente no cuentas tus sentimientos?
—Créeme, lo he intentado, pero todo me resulta en vano.
Ambos hablaron toda la tarde sobre sus vidas, lo que habían hecho y cómo planeaban su futuro.
Lo que Janneth no sabía, es que su futuro ya estaba decidido.
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