Capítulo tres: La enfermedad
Llego a las escaleras, todo parece ir bien, la mochila no pesa mucho así que afronto con optimismo los tres tramos de escaleras que me esperan. Todo parece ir bien durante el primer tramo de la escalera, pero a la mitad del segundo empiezan los problemas, los síntomas me golpean una y otra vez hasta que tengo que hacer un descanso porque no puedo seguir.
No lo he mencionado todavía pero tuve una enfermedad, hace dos años.
Todo empezó como un simple catarro así que mis padres no se preocuparon mucho, pero los días pasaban y no mejoraba, los medicamentos no surgían efecto y cada vez iba a peor. Finalmente mis padres no tuvieron más remedio que llevarme al médico y ahí se desató el caos, no tenían ni idea de lo que me ocurría, era un caso único nunca lo habían visto, y yo no sabía lo que pasaba de lo único de lo que me daba cuenta era de que cada vez me encontraba peor. Iba todas las semanas de revisión, sólo un día, pero fue aumentando, dos días, luego cuatro, después seis, hasta que tuve que ingresar en el hospital.
Me hacían pruebas todos los días intentando averiguar lo que me pasaba, yo no me enteraba de mucho ya que me anestesiaban cada dos por tres, pero sí que me enteraba de lo doloroso que era al despertarse, cada vez que me anestesiaban y yo me volvía a despertar dolía más. De vez en cuando me daba cuenta de que tenía una nueva cicatriz. Obviamente deje de ir al colegio y tampoco estaba en condiciones para preocuparme por ello. Estuve un par de meses así, pruebas y más pruebas, dolor y más dolor. Al principio luchaba, luchaba por sonreír, por leer, o por hablar, pero me acabé rindiendo, perdí las ganas de todo, de escuchar música, de leer, de hablar, de comer, perdí las ganas por vivir. Una máquina me mantenía con vida, sinceramente no sé que hacía, sólo sé que cuando más funcionaba era cuando no podía respirar bien, tampoco lo llegue a preguntar, me daba miedo la respuesta. Recuerdo perfectamente el día de la noticia, era temprano por la mañana y ya estaba preparada para que me anestesiaran y me hicieran más pruebas como solían hacer todos los días. En seguida me di cuenta de que algo no iba bien, el anestesista no venía. De repente aparecieron por la puerta mis padres y una doctora, mi doctora, algo no iba bien a mis padres no se les permitía visitarme por las mañanas porque se suponía que yo estaba de pruebas. Me preparé para lo peor, estaba esperando a que me dijeran que me iba a morir o algo así y en parte me hubiera gustado oír eso por aquel entonces, ya no podía más. Pero no era eso, por fin llegó, después de dos meses de tortura e intriga había llegado, la explicación a lo que me pasaba.
La doctora se sentó a mi lado y mis padres se quedaron de pie a su lado, serios, muy serios y algo tristes.
En resumen, mi enfermedad en sí era un fallo inmunológico. Este fallo inmunológico me causaba un grave fallo en las células suprarrenales, provocado por mis anticuerpos que las atacaban; estas células entre sus funciones, destaca la función de fabricar la glucosa que mi cuerpo necesita para desarrollarse, estar fuerte y en resumidas cuentas para que yo pueda vivir. Aparte de atacar a esas células, mis anticuerpos también atacaban a mis pulmones, de vez en cuando dejaban de funcionar, creo que dijo que era porque se producía un derrame en una de las venas próximas y eso los colapsaba, no dejándoles realizar su función de pulmones (para eso era la máquina pensé). Al no llegarme oxígeno al cerebro se producían esos dolores de cabeza tan fuertes y también provocaba que de vez en cuando lo viera todo desenfocado. Otros síntomas que tenía eran algunos vahídos, y desmayos bastante frecuentes por lo que decían, yo no me daba cuenta; no podía hacer muchos esfuerzos y la debilidad era constante.
Una vez ya sabían todos los problemas y los síntomas que desembocaban, tenían que buscar un tratamiento para mí.
Pasaron los meses y no encontraban nada, y yo solo iba a peor. Me trasladaron a otra planta en la que me observaban las veinticuatro horas, debía estar muy grave.
Si hacía ya dos meses que había perdido las ganas de vivir, si quedaba un poco de entusiasmo en mí, despareció cuando empezaron las pruebas y los tratamientos fallidos, nada, absolutamente nada funcionaba, así que renuncié a la vida. Sí me despertaba y comía todos los días, pero yo me sentía inerte.
Recuerdo perfectamente el "Día que me convertí en un milagro".
Me desperté gritando en medio de la noche, era un dolor muy fuerte, me costó un poco averiguar de dónde provenía, era de la cabeza, me iba a explotar, intenté llamar a alguien pero no era capaz de hablar y me costaba mucho respirar, un dolor terrible me recorría todo el cuerpo y yo sabía que por fin había llegado el final.
Aparecieron un montón de médicos y mis padres estaban ahí a mi lado, cogidos de la mano, tenían los ojos muy llorosos y estaban a punto de echarse a llorar, pero se contenían y sonreían, por mí. Me palpitaba la cabeza y no podía oír nada. Luego era muy difícil respirar y mantener los ojos abiertos. Lo último que llegue a ver fue la cara de mi madre rompiendo a llorar y susurrándome algo, que intuí que era algo parecido a "sé fuerte" y después una niebla gris lo cubrió todo.
Después de aquello no recuerdo nada, así que me enteré de la historia gracias a los doctores, ya que mis padres estaban en estado de shock y no podían decir ni una sola palabra. Después de que la niebla gris lo cubriera todo mis pulmones dejaron de funcionar y una batalla entre vivir y morir se desarrolló dentro de mi cuerpo.
El derrame de una vena cerca de los pulmones, provocada por mis anticuerpos, no les dejaba actuar como pulmones, pero mi corazón no quería renunciar a la vida. Los médicos ya no sabían qué hacer y mis padres no podían para de llorar. Finalmente cuando todo el mundo pensaba que iba a morir, mis pulmones, no tengo ni idea de cómo ni los médicos tampoco, empezaron a funcionar de nuevo, el derrame de la vena cerca de ellos paró y pudieron drenar el líquido que se había acumulado, según lo que me dijeron, tanto en los pulmones como cerca del corazón; y me desperté.
Lo primero que oí al despertarme fue:
-Eres un milagro.
A partir de entonces todo empezó a ir sobre ruedas y mi cuerpo él solito se recuperó totalmente. Cada día me sentía más fuerte, mis anticuerpos empezaban a ser relativamente normales y empecé a tener ganas por vivir de nuevo. Salí de la planta de observación y volví al colegio.
Sigo yendo a las revisiones pero ya solo una vez cada dos meses.
Hace mes y medio desarrollé una teoría, creo que he recaído, vuelvo a sentir los síntomas otra vez, no muy fuertes pero sí constantes, debilidad, dolores de cabeza, vista desenfocada, como cuando estaba enferma. No se lo he dicho a mis padres, porque sé que si se los digo les hundiría y me niego a pasar por todo otra vez, las pruebas, los tratamientos, el dolor...
Ya he descansado como unos cinco minutos así que creo que seré capaz de subir lo que queda de escaleras sin tener que parar otra vez. Y así es lo consigo, y por muy estúpido que parezca para mí es un logro.