Hermanos

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Era de madrugada, el pueblo había estado en silencio durante los últimos días, incluso las aves que cada mañana despertaban a aquella familia parecían haberse callado solo para respetar el dolor de los Madrigal.

Pero ahora una madrugada fría los azotaba y sin poder dormir, Julieta salió a caminar por los pasillos acompañada de la tenue luz que le daba la ya casi extinta vela del milagro. Con nostalgia y una opresión en su pecho la Madrigal se paseó por las  habitaciones de sus hijas notando que ninguna estaba en ella.

Preocupada estuvo a punto de llamar a su esposo hasta que el piso de la propia casa la llevó hasta la habitación de Maribel.

Antes de que la mujer pudiera siquiera moverse para alejarse, la puerta se abrió dejando ver el interior de la habitación. El lugar parecía intacto, tal y como lo había dejado su hija la última vez que había estado allí, pero... 

Ahora juguetes viejos estaban regados por el piso, esos mismos juguetes que una vez usaron sus hijas para sentarse a jugar solo buscando levantarle el ánimo a su hermana menor. Cuentos viejos que alguna vez la madre le leyó a la niña, dibujos, crayones, trenes tallados por el pueblo como regalo.

El lugar parecía el cuarto de una niña pequeña que se había ido a dormir sin ordenar su habitación, pero para su desgracia en la cama no la esperaba aquel pequeño sol que tanto amaba. En cambio el par de hermanas restantes dormía cada una abrazada a un objeto.

La figura de Luisa era cubierta por las sabanas de Mirabel, mientras tanto Isabella se aferraba a un vestido cuyos adornos acariciaban su rostro, en aquel sueño la joven lograba engañarse a sí misma pensando que aquellas leves caricias eran de su hermanita.

Julieta no quiso ver mas as que se dio la vuelta y ahogada por la frustración de estar en aquella casa que cada vez parecía achicarse más salió corriendo hasta la entrada y sin darse cuenta sus pasos la arrastraron hasta aquel río.

Frente a ese lugar, el sentimiento de paz la embriago dándole paso a la soledad y al dolor.

—¿Eso habrás sentido al sentarte en esta orilla...? O... Tal vez moriste sintiendo desesperación al no poder salir del agua... —aquel pensamiento tortuoso comenzó a embargar su mente haciendo que su respiración se cortara y que poco a poco comenzará a quedarse sin aire— ¿Así se sintió cuando tus pulmones se llenaron de agua?

Su alrededor comenzó a tornarse turbio y borroso, a pesar de estar al aire libre la sensación de entierro no cesaba y las ansias de llorar eran sustituidas por un desespero inhumano. La desorientación la llevó a acercarse inconscientemente al río cuyas aguas se estaban volviendo turbulentas.

Pero cuando estuvo a punto de caer al agua unas manos la atraparon y un par de brazos la atrajo hacia su pecho con desespero.

—¡N-No hagas eso...! ¡Eso fue...! No puedo soportar perderte, no quiero te pase eso, no pude salvarla, perdón, perdón, perdóname, debí verlo, se que fue mi culpa por fallar al ver su futuro, perdón...

El llanto desesperado de su hermano la trajo a la realidad.

—¡Pepa! ¿Te comiste mis galletas?

—¡Fue Bruno mamá!

—Es mentira, ¡Fue Julieta!

—... Perdón mamá-

—Mi querida Julieta... Se perfectamente que tu no fuiste, no tienes por qué echarte la culpa por cada cosa que hacen tus hermanos.

—No fue tu culpa... —le susurró abrazándolo— tu... La encontraste... No fue tu culpa... —repitió— yo... No fui una buena madre, debí hacer más y ahora... Ahora estoy pagando el precio de mi error —dijo antes de dejar escapar un sollozo— ahora mi pequeño sol no está y es mi culpa.

—Claro que no hermanita —Pepa había seguido a su hermana por mera preocupación y al verla tan desesperada intervino— tu... Lo Mirabel fue un accidente, mi sobrina sería incapaz de echarte la culpa —los dos hermanos se esforzaron en calmar el llanto de la madre.

—Pero yo no hice nada... Yo debía intervenir... Ahora ni siquiera tengo las fuerzas para consolar a mis otras hijas, no se que decirles y... ¿Y si Mirabel se lanzó al río? ¿Si lo hizo por creer que nadie la escuchaba? —Julieta comenzó a llorar con más fuerza— nunca intervine cuando los demás la miraron mal por no tener un don, jamás hice nada cuando mamá la regañaba...

La lluvia  y el llanto eran confundidos entre sí y mientras eso pasaba en la casa de los Madrigal una adolescente lloraba mientras intentaba tapar sus oídos con desesperación.

 Siempre había podido escuchar todo, pero había sonidos que podía ignorar una vez que se dormía, pero últimamente no podía dormir y eso hacía que cada noche escuchara los múltiples llantos que venían de otras  habitaciones.

Era un maldito bucle que se repetía cada noche.

—Por favor basta, haz que pare, ya no más... Primita ayúdame, no quiero seguir escuchando... —pronto los ruegos se convirtieron en llanto— No lo soporto.... 

Su puerta fue abierta y al lugar entraron sus hermanos y primos quienes la miraron con preocupación. Por primera vez Dolores no había escuchado sus pasos o el momento en que la puerta se abrió.

—Dolores...

—... Ay Camilo —el chico abrazó a su hermana quien comenzó a llorar sin remedio— esto horrible... Nuestra familia se está viniendo abajo y yo lo escuchó todo... Por favor ayudame a que esto pare... No lo soporto.

—... Dos oruguitas... Enamoradas, pasan sus noches... Y madrugadas —Antonio se acercó a la cama de  su hermana y se acostó en ella mientras cantaba aquella vieja canción esperando acallar el constante llanto que escuchaba su hermana mayor— hay oruguitas... No se aguanten más...

—Hay que crecer, partir volver —le siguió Camilo.

—Hacia delante hay que mirar...

—Vendrán silencios... Vendrán crisálidas —Isabela se sentó al pie de la cama.

 —Hay que seguir y construir un mejor futuro...

Poco a poco la canción comenzó a acallar aquel llanto desesperado que atormentaba a la mujer.

—Ay mariposas... No se aguanten más, hay que crecer, seguir volver, hacia el futuro hay que mirar, ya son milagros, ya son crisálidas —aquella voz congeló a todos en la habitación quienes se miraron entre sí sin saber cómo responder ante la voz que nunca esperaron volver a escuchar.

—¿Mirabel...?

El cielo se había apiadado de la familia y como un consuelo les dejó escuchar aquella voz cantar por una última vez esperando a que eso aliviará los corazones de todos al menos por una noche.

 Y así fue... Al menos por una noche el llanto desapareció y la familia logró dormir con un ligero consuelo.

Cuando la mañana llegó la figura de la menor de las mujeres Madrigal desapareció como una sombra y el cuarto que una vez le perteneció se fue con ella. Los llantos de sus hermanas no se hicieron a esperar pues eso fue un aviso que les decía que ya estaba siendo el momento de despedirse.

Dos oruguitas... Desorientadas... En dos capullos, bien abrigadas... 


...

Se que le cambié la letra a la canción, pero era para que cuadrara con la escena y lo que ocurría, no le metan mente.

PD: Pasense por mi perfil y vean si algo les interesa, estoy abierta a sugerencia de otros fanfic que quieran.

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