—Olvídalo, no me parece buena idea.
—Se nos acaba el tiempo, no tenemos otra opción.
—Siento que es como jugar a ciegas.
—Tal vez tengas razón.
—Hagámoslo; esperemos que no vayamos a arrepentirnos después.
Giselle y Liam revisaron por última vez las ubicaciones que habían conseguido en su más reciente excursión. De común acuerdo, decidieron dejar la gran propiedad en el centro para el final; se dividirían las otras dos.
Giselle se aseguró de que su armamento y provisiones estuvieran en orden, acomodó su largo cabello en una cómoda trenza y se detuvo junto al umbral de la puerta, dudando. Liam repasaba su equipaje, él viajaría junto al río; era el suyo un viaje un tanto más largo. Giselle volvió sobre sus pasos para envolver con sus brazos el cuello de su amigo; lo abrazó con rudeza mientras contenía el aire. En momentos como este es que debían de recordar el juramento que habían realizado, más que nunca. “Juramos”, susurró con intensidad en su oído, y sus labios rozaron la áspera mejilla con su movimiento.
Liam se limitó a abrazarla aún con más fuerza, la mano izquierda depositada sobre su cintura, la derecha sosteniendo su nuca en un gesto que había sabido ser recurrente para ellos. Era lo más cerca que estos dos seres criados a base de órdenes, golpes y ejercicio podrían estar de las palabras “cuenta conmigo, yo te cubro las espaldas”. No había lágrimas en sus ojos cuando se separaron, sino pura determinación.
Las botas de Giselle siguieron un rumbo recto durante kilómetros, siguiendo calles angostas donde los perros callejeros se peleaban a mordiscones intentando quitarse unos a otros las sobras encontradas en alguna triste bolsa de residuos. Pronto el asfalto fue reemplazado por simples carreteras de tierra, con enormes trechos de barro pisoteado, producto de las recientes lloviznas, que no habían tenido tiempo de secarse por completo todavía. Era ésa una ciudad en extremo sucia, con altas pilas de basura que se alzaban cada varios kilómetros; los pájaros se reunían sobre ellas, picoteando aquí y allá, partiendo con limpieza el frío silencio del mediodía con sus agudos graznidos. El cielo estaba tan gris que parecía blanco.
Fueron necesarias todavía varias horas más, unos pares de kilómetros en una tosca carreta, y otros pocos más a pie para dejar definitivamente atrás la ciudad y adentrarse en el corazón del campo. Luego de varios encuentros accidentados con lugareños esquivos, Giselle logró dar con uno que le enseñó el camino, aunque de muy mala gana.
Para cuando la muchacha apoyó sus tacones en la húmeda tierra de su destino, el astro solar había abandonado el cielo hacía dos horas. Sus sentidos, un tanto abotargados durante el camino, se despertaron de súbito; sus pupilas se dilataron, las fosas de su nariz se esponjaron, su mano buscó instintivamente su escopeta recortada.
El lugar parecía un sencillo terreno baldío, tierra de nadie; un sitio en el cual arrojar desechos. Tristemente, no estaba tan alejado de la realidad. Si se observaba con cuidado, podían distinguirse las siluetas de las lápidas, los epitafios ya borrados del todo, huesos humanos abandonados en la desidia en un basural a cielo abierto. Sólo Dios sabía a cuántas de esas almas se les había negado la santa sepultura; a Giselle le asaltó la desagradable sospecha de que ése sería un lugar muy conveniente para aquellos que quisieran deshacerse de un cadáver comprometedor, paraíso para homicidas y negligentes.
Una tumba en específico la había llevado allí, una que pertenecía a una joven de diecisiete años; y, aunque la causa oficial de muerte difería de la realidad, para Giselle no había dudas con respecto al destino del cuerpo de la pobre muchacha, y menos aún con respecto a su alma, no en vano ese cementerio era considerado en la localidad como un sitio embrujado, donde los demonios solían materializarse para danzar junto al alma de los muertos a la luz de la Luna. Ni con toda su fuerza de voluntad podría hacer algo para borrar las atrocidades cometidas en esas tierras, los años pasarían y ése seguiría siendo el depósito de cadáveres clandestino que había sido hasta entonces.
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Mi sangre en tus venas [Completa]
Про вампировEn un mundo donde los vampiros hacen estragos, todavía existen personas que intentan destruir (o al menos controlar) la maldad. Pero ¿qué pasa cuando esa maldad se filtra en su interior, transformándolos por dentro, alterando su existencia para siem...