La ira cegó a Giselle al considerar lo que sus ojos contemplaban en ese instante; en sus venas no corría más que pura violencia, en su mente sólo vivía el firme designio de salvar a Liam a cualquier costo. El otrora impecable traje vestido por tan elegante caballero se había desmaterializado debajo de montones de sangre del tinte más oscuro, los manchados colmillos a la vista, su garganta no dejaba de moverse de arriba hacia abajo repetidamente con cada trago ingerido, sus ojos se desorbitaban en éxtasis. La iluminación que provenía de los altos candelabros no hacían más que profundizar el efecto de la escena, invitando a los presentes al horror de la vida, al placer de la muerte, al nacimiento de la locura. ¿Cómo era posible que estuviera sucediendo aquello? Podría pasar por una distracción más en tan extravagante velada: la culminación de un baile de máscaras o la inusual rutina de un mago bromista.
Giselle se lanzó con fiereza dentro del cuarto, y derribó a la irreconocible criatura que se deleitaba en la consumación de tan aberrante acto. Con estrepitoso topetazo, la cabeza de esa cosa chocó contra el suelo, dejándolo aturdido por unos momentos a varios centímetros del cuerpo aún inerte de Liam. La lucha se desarrolló rápida, y extrañamente silenciosa; no se oían más que los gruñidos de los contendientes, la piel impactando contra la piel con gestos precisos, con movimientos desordenados, con brazadas de desesperación.
Las emociones colisionaban y se entremezclaban sin control en el pecho de Giselle; las lágrimas fluían de sus ojos con cada golpe que le propinaba a ese demonio, ante la certeza de que la sangre que se derramaba ahora en sus palmas pertenecía a la persona que más amaba en este mundo. Sus largos cabellos rubios comenzaban a soltarse, y formaban una desordenada melena pobremente sujeta alrededor de su cabeza; el vestido se hallaba rasgado a la altura de los muslos y debajo de sus brazos a causa del carácter frenético de sus movimientos. Conceptos racionales no lograban hilar en su mente, todo era un torbellino de sensaciones e ideas tan disímiles y dolorosas, imposible urdir plan alguno a base de tan caótico material. "Es de Liam", pensaba sin poder evitarlo, en un bucle interminable de pensamientos sombríos, "Liam, es Liam, sangre de Liam, tu sangre, la tuya, mi Liam". Era la cólera lo que movía sus músculos, era el dolor lo que motivaba sus acciones, ambos vástagos del amor que albergaba en lo más profundo de su corazón.
El vampiro atrapó con fuerza sus antebrazos y la arrojó violentamente en un intento de deshacerse del peso sobre su pecho; con rasguños desesperados se afanó por librarse del cuerpo de la guerrera que lo mantenía de espaldas sobre el suelo de suaves tonos a juego con la ya arruinada alfombra. La cólera por el alimento prematuramente arrebatado de sus labios luchaba contra el sopor del abundante banquete recién engullido en combinación con las bebidas espirituosas que con tanta generosidad se habían dispensado esa noche no hacían más que complicar la visión del anfitrión, así como sus reacciones. Sin embargo, la ferocidad nació en su interior y se instaló en su mente inyectando su cuerpo con la mayor vitalidad. Un último empujón, más enérgico que los anteriores, hizo volar a Giselle un tramo en dirección a la pared opuesta de la habitación.
Esta situación le dio a la joven un respiro, un segundo en el que logró pensar con un mínimo de claridad. Se arrastró con dificultad hacia el cadáver de su amigo. "NO", gritó dentro de sí, "no ha muerto aún, yo me encargaré de que no suceda". Se estiró hacia la muñeca de Liam y sostuvo su mano; tuvo que ahogar un sollozo al recordar que no hace mucho tiempo esa misma mano asía con fuerza la suya. Recordó el sudor en las palmas de ambos a causa del nerviosismo y la emoción que la travesía parecía ofrecerles; en esos momentos la vida se abría ante ellos amplia en sus posibilidades. Este es el destino que habían escogido, conociendo de antemano las consecuencias de dicha elección; y hasta aquí la había llevado a sostener la mano exánime de Liam mientras éste se desangraba. Todo había semejado tanta simplicidad en ese entonces; las fuerzas del bien se alzarían y lucharían con todo su ahínco acompañadas por el noble propósito de destruir a la maldad. Bondad y maldad, pureza y degradación, vida y muerte. Opuestos, ¿cierto? No podrían habitar un mismo alma a la vez; sencillo de asimilar y sencillo de llevar a la práctica. Cómo había cambiado todo tan drásticamente.
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Mi sangre en tus venas [Completa]
VampireEn un mundo donde los vampiros hacen estragos, todavía existen personas que intentan destruir (o al menos controlar) la maldad. Pero ¿qué pasa cuando esa maldad se filtra en su interior, transformándolos por dentro, alterando su existencia para siem...