Crónicas de la Nueva Avalon (1)

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Capítulo IX

9.1 El inicio

...y, finalmente, salieron.

3:30 marcó el reloj de Noemí cuando las mismas fuerzas que un segundo antes habían estado a punto de dispersarlos por todo el universo los arrojaron a donde había empezado todo: la calle frente al Castillo.

Como un último regalo de Patricia, las huellas de la batalla comenzaban a borrarse en medio de un cálido hormigueo que cubría cada moretón y cada herida.

Sin embargo, incluso aquella bendita sensación comenzaba a desaparecer rápidamente, conforme El Castillo era arrojado dentro de un oscuro vórtice que se había formado justo sobre la Torre del Mago.

Ladrillo a ladrillo, comenzando por la torre misma, la enorme estructura era succionada o, más bien, caía dentro de aquel remolino hasta que, al final, sólo quedó un lote baldío no más grande que cualquiera de las casas que lo rodeaban.

Y ahí quedaron Los Cinco o Los Sobrevivientes, como serían conocidos más tarde, sabiendo que nada de aquello había sido un sueño, que habían vivido una amarga pesadilla que sólo les había dejado un cruel legado.

Pero no eran las pocas cicatrices que la magia no había alcanzado a borrar, ni siquiera la lívida marca que atravesaba el dulce rostro de Noemí; más bien, era la tarea por delante, la tarea de tener que decirle a las familias de sus amigos que no volverían a verlos, pero sin saber cómo explicarles el porqué, sin poder decirles que todo había sido el capricho de un demente que se sentía milenariamente aburrido.

Por lo menos se tenían unos a otros y aquello sería más valioso en los años por venir, que los regalos que obtuvieron, de los cuales, sin embargo, sólo se enteraron hasta que la humanidad vivió su hora de mayor necesidad.

Solo uno de aquellos presentes, por fortuna, fue revelado casi de inmediato: el olvido.

Las noticias que Los Cinco portaban perdieron su importancia cuando se dieron cuenta de que las familias de Los Caídos no los recordaban, a pesar de que las huellas de su existencia no se habían borrado: la habitación llena de libros, el armario lleno de ropa, la colección de infantiles figuras de acción, el desván convertido en gimnasio, el impecable auto deportivo, la delicada cajita de música con el Tema de Amor de "Romeo y Julieta", incluso la fotografía familiar con la chica de ojos negros y mirada triste que nadie atinaba a reconocer.

Era como si una neblina ocultara los hechos de su vida, en especial de los ojos de aquellos más cercanos, quienes, simplemente, habían olvidado.

***

(1).- KarlaElizabeth San Román López, Crónicas vol.1. Edición original, pp. 402-403

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