CAPÍTULO IV

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LAUREN

Despierto al sentir que algo se remueve a mi lado. Abro los ojos y noto que estoy en mi habitación; volteo hacia mi derecha y sonrío inconscientemente al ver a mi pequeña acurrucada a mi costado. Dejo un beso en su coronilla y con cuidado de no despertarla, me levanto.

Camino hacia la puerta con un leve dolor de cabeza y unas ganas inmensas de beber toda el agua que encuentre. No sé en qué momento llegué aquí o cómo estoy en pijama, lo último que recuerdo es estar en la barra y levantarme para ir al baño.

Llego a la cocina y me encuentro a Julián preparando el desayuno. Al verme me da una mirada de reproche y le respondo con una sonrisa inocente porque sé que me va a regañar otra vez.

—Antes de que comiences con tu discurso, déjame beber agua, estoy sedienta. —Digo y él asiente mientras continúa con lo que hace.

Luego de tomar agua me siento en la mesa; la cocina es amplia así que tenemos una pequeña mesa para conversar y hacerle compañía a quien esté cocinando. Julián me trae un plato con tostadas, huevo revuelto y frutas, y toma asiento frente a mí.

—¿Cuántas veces debo decirte que no puedes beber de esa manera cuando vamos a una fiesta o gala de la empresa? —Regaña y ruedo los ojos, ahí vamos otra vez.

—No bebí tanto, solo fueron unas pocas copas.

—Terminaste desmayada en brazos de un hombre por la borrachera, no fue poco lo que bebiste. —Frunzo el ceño.

Así que por eso no recuerdo llegar a casa .

—Tuve que cargarte de vuelta a casa, bañarte porque vomitaste toda la entrada del salón. Casi debo llamar a Guido porque te pusiste agresiva mientras te cambiaba de ropa, tanto así que terminaste despertando a mi sobrina. Por suerte cuando ella llegó te calmaste y te dormiste, pero no sin antes volver a llorar mientras recordabas a su padre. —Trago saliva fuertemente, no me gusta que Antonella presencie nada de eso, y siempre me he asegurado de que no me vea llorar por él. —Lauren, recuerda que Antonella a pesar de ser inteligente y compresiva, es una niña, no es bueno que vea a su madre así.

—Lo sé. —Digo con la cabeza gacha. —No volveré a emborracharme. —Él asiente y acaricia mi mejilla.

—No sé que sucedió para que bebieras así cuando hacía años no lo hacías, pero sabes que aquí estoy para ti, siempre. —Mis ojos se cristalizan ante sus palabras. No sé qué sería de mi vida si él no estuviera en ella.

—Solo... Recuerdos. Sabes que las galas siempre me traen recuerdos, pero esta vez sentí tan diferente e intenso. Había un hombre... Tan llamativo y atrayente que su presencia me hizo sentir rara, nerviosa y, joder, que muy caliente. Sabes que después de Francesco yo jamás volví a sentir algo así, entonces yo... no lo sé, los recuerdos me invadieron de tal forma que tuve que beber para desinhibirme de ellos. —Cuento y él ríe por lo bajo.

—Y vaya que te desinhibiste. —Río junto a él al escucharlo.

—¿Sabes que lo más gracioso? Que todo fue peor, porque sentí como si estuviera junto a él, y fue tan jodidamente realista que me sentía envuelta en su aroma y podía escuchar su voz. —Termino decir con una sonrisa triste.

—No sé que haré contigo, pequeña. —Susurra antes de envolverme en brazos; justo lo que necesitaba.

Todo el día lo paso junto a mi hija, jugando, estudiando lo que le han enseñado en la escuela antes de salir de vacaciones, y leyendo su libro favorito. Intento pasar el mayor tiempo posible con ella puesto que esta noche debo viajar a Francia por cuestiones de trabajo; al tener una compañía textil y la fábrica, debo buscar los mejores diseñadores de Europa, yo busco en Paris mientras Guido lo hace en Milán, ya que me juré jamás volver a pisar esa ciudad.

Torna a Casa (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora