CAPÍTULO XII

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FRANCESCO

—Déjalos, tío, que se ven lindos.

—Hay que despertarlos ya, Antonella, debemos irnos.

Escucho unos susurros a mi alrededor que me hacen despertar poco a poco. Un aroma dulce a coco inunda mis fosas nasales y entreabro un poco los ojos para encontrarme con una cabellera negra pegada a mi mejilla. En un acto inconsciente hundo mi nariz en ella e inhalo profundamente, embriagándome de ese exquisito olor.

Abro los ojos completamente y levanto la cabeza con una mueca al sentir un leve dolor en mi cuello. Bajo la vista a mi hombro dónde Lauren tiene recostada su cabeza, profundamente dormida. Una sensación de dejavú me recorre al admirar su rostro tan cerca; sus ojos cerrados cubiertos por largas pestañas, su fina nariz y sus carnosos labios clamando en silencio ser besados. Sus pequeñas pecas casi imperceptibles dándole un aire inocente a su rostro, como un ángel.

¿Quién pensaría que ese ángel podría causar tanto daño?

Bajo la vista hasta un objeto que llama mi atención. Un collar dorado se pierde en el escote de su blusa. Por un momento mi corazón se paraliza ante la idea de que sea el que le regalé aquella noche en la playa; pero no puede ser ese, es imposible que aún lo tenga, y menos que lo lleve puesto.

—Creo que te llevas algo que no te pertenece. —Digo cuando me da la espalda para salir y veo que detiene su andar.

Voltea hacia mí y al notar que miro el collar, lo agarra entre sus manos y sonríe con cinismo.

—Esto se queda conmigo, de seguro me darán mucho dinero por él. —Sonrío sin gracia y asiento, para luego ver cómo se marcha de mi vida.

En un impulso levanto mi mano para sacar el dige del collar de adentro de su blusa, solo por quitar esa duda de mi mente, pero una risa traviesa me saca del ensimismamiento. Volteo hacia el frente y veo a mi pequeña junto a Julián parados a unos metros de nosotros; ella sonriendo con sus manitas en la boca y él escrutándome con la mirada. En un rápido movimiento nervioso me levanto del asiento y acomodo mi ropa, cuando siento un quejido detrás de mí.

Volteo y veo a Lauren con la cara pegada al asiento donde antes estaba sentado, mientras comienza a levantarse con pereza y la mano en su cuello. Nos mira a los tres un poco aturdida por el repentino despertar.

—¿Ya hemos llegado? —Pregunta al incorporarse en el asiento y la pequeña Antonella corre hacia ella para sentarse en sus piernas y darle un abrazo.

—Hace un rato. —Responde Julián y yo frunzo el ceño. Lauren parece pensar lo mismo que yo porque dice lo que me estoy preguntando.

—¿Y por qué no me han despertado antes?

—Se veían muy lindos durmiendo juntitos, así que convencí al tío para que los dejara un ratito más. —Responde Antonella con una radiante sonrisa inocente.

Por un segundo mis ojos se encuentran con los de Lauren pero los aparto rápidamente. Ella carraspea y se levanta con Antonella en brazos.

—Bien, si ya está todo listo, vayámonos. —Dice y camina hacia la salida.

Al bajar del jet nos esperan varias camionetas de color negro blindadas; no me sorprende verlas, Lauren tiene el dinero suficiente como para comprar cientos de esas, solo me impresiona la rapidez con la que se movido para tenerlas. La observo caminar delante de mí hacia una de ellas, tan segura de sí misma, dando órdenes a todos esos hombres de metro ochenta, tan poderosa, justo como la recuerdo.

Toda una diosa.

El vibrar de mi teléfono me hace volver a la realidad. Una llamada entrante de Harry.

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