CAPÍTULO XIII

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DOBLE ACTUALIZACIÓN 1/2

FRANCESCO

A la mañana siguiente, me levanto para desayunar y me encuentro a Lauren junto a Antonella en la cocina. Evito pensar en la sensación que me provoca esa imagen y camino hacia ellas.

—Buenos días. —Saludo para llamar su atención. Antonella sonríe ampliamente y se baja de la silla para correr a darme un abrazo.

—¡Buenos días, dormilón! —Dice y yo le correspondo el gesto.

—Ya iba a despertarte; debo ir con Julián a la estación para ayudarlo, se está tardando mucho con las cámaras y no me gusta estar sin hacer nada. —Habla Lauren cuando me siento frente a ella a comer. Preparo una tostada con mermelada y asiento para que continúe. —¿Puedes quedarte con Antonella? No me quiero arriesgar a dejarla sola aunque haya seguridad.

—No pensaba separarme de ella. —Digo y ella asiente.

—Gracias.

—No tienes que agradecer, es mi hija. —Respondo más brusco de lo que me gustaría. Ella frunce el ceño pero no dice nada y se limita a terminar su desayuno.

Luego de media hora, Lauren se marcha, no sin antes decirme que le avise si sucede cualquier cosa. Antonella, que hasta ahora estaba encerrada en su habitación, sale observando hacia todos lados como si buscara algo. Yo la miro confuso cuando llega a mi lado y habla en voz baja.

—¿Ya se fue? —Caigo en cuenta de que pregunta por su madre, así que asiento.

—¿Necesitabas decirle algo? Si quieres puedo llamarla. —Ofrezco y ella ríe por lo bajo.

—¡No! Estaba esperando que ella se fuera... Y ya que estamos solos es hora de comenzar con el plan. —¿Plan? Mi cara debe expresar mi desconcierto porque ella rueda los ojos y se da una palmada en la frente.

—¿Qué plan?

—¡El nuestro para el cumpleaños de mamá! Es mañana y no tenemos mucho tiempo; hay que comprar el pastel y un regalo, y globos. —Explica cada vez más emocionada y me es imposible no sonreír ante lo tierna que es.

—Cierto, lo había olvidado. —Digo y ella hace un gesto con la mano restándole importancia.

—No importa, ahora solo debemos ir de compras antes de que ella vuelva. ¡Iré a cambiarme! —Dicho esto, sale corriendo hacia su habitación y yo me quedo en medio del salón un poco aturdido. Esta niña es muy entusiasta.

Camino hacia mi habitación para cambiarme también; no me hace mucha gracia tener que salir con ella a la calle con todo lo que ha sucedido, pero me es imposible decirle que no. Además, nadie se atreverá a llevársela estando conmigo; por encima de mí cadáver.

Cambio mi pijama por unos jeans azules, una camisa a cuadros blanca y negra, y unos zapatos Adidas para que parezca más casual. Peino un poco mi cabello corto y salgo al salón encontrándome con una pequeña Antonella vestida completamente de negro y unas gafas de sol del mismo color.

—Cuanta oscuridad para una princesa como tú. —Digo y ella se encoge de hombros antes de levantar su barbilla con orgullo.

—Serán los genes. —Sonrío antes sus palabras porque sé perfectamente que se refiere a mí.

—Seguro que sí. —Afirmo y avanzo hacia la salida. —¿Nos vamos?

—¡Sí! —Da un brinquito y corre a tomar mi mano para salir juntos.

Al atravesar el jardín veo que uno de los guardias nos espera. Mira hacia todas partes, exaltado y luego me da una mirada de reproche.

—Señor, la pequeña Antonella no debe salir de casa, es peligroso. —Dice y yo suspiro.

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