CAPÍTULO XVI

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FRANCESCO

No recuerda nada. Todo lo que me dijo anoche para ella no pasó; no se me insinuó como lo hizo, no se disculpó y no me besó.

No me dijo que me ama. 

Cuando desperté y la vi a mi lado miles de sensaciones me recorrieron y el recuerdo de hace seis años cuando dormimos juntos apareció de primero. Sentir su calor, su aroma y su piel junto a la mía me hizo estremecer; sobre todo al darme cuenta de que estaba despierta y no se había separado un centímetro de mí, al contrario, la sentí inhalar fuerte contra mi cuello.

Sonreí al verla con los ojos cerrados cuando me separé un poco. Aún así, los acelerados latidos de su corazón la delataban. Pensé que se hacía la dormida por vergüenza a lo que había dicho y hecho la noche anterior, pero la realidad fue como un balde de agua fría en mi rostro. Ella no tenía idea de lo que había sucedido.

Por un segundo me molesté, ¿cómo podía olvidar algo así? Pero luego pensé que era mejor que todo siguiera igual entre nosotros.  Ella dijo todo por culpa del alcohol, no era consciente de sus palabras; bien sé que los borrachos dicen la verdad y que todo lo que sucedió anoche era sincero, pero quiero que cuando lo diga esté completamente consciente.

No le perdono que me haya privado de conocer a Antonella todo este tiempo, pero en parte la entiendo.

Y es que... ¡joder! Yo quiero molestarme, quiero odiarla por eso; quiero dejar de verla tan hermosa, de tener ganas de besarla cada que la veo, de imaginar una vida los tres juntos, pero me es imposible. Lo que siento por ella es tan fuerte que deja a un lado cualquier rastro de orgullo. Con ella olvido quién soy, quién es y qué nos une en un pasado... Con ella solo veo el momento, el ahora y, aunque jamás lo admita en voz alta, también un futuro. Y eso me enoja, porque sé que no debería, no luego de todo lo que sucedió hace seis años.

Ambos nos hicimos daño, nos traicionamos, y se suponía que cada cual haría su vida, pero luego, después de tanto tiempo, cuando se supone que ya debería haberla olvidado, aparece frente a mí. Y por si fuera poco con una hija mía. Ella me ha dado el motivo que necesitaba para que mi vida dejara de ser monótona y sin sentido:

Antonella.

Mi pequeña princesa; desde el primer momento que la vi sentí algo raro en mi interior, como si sus ojos desencadenaran sentimientos que creí muertos. Y es que no me gustan los niños, pero yo me enamoré de ella a primera vista. Con su presencia me hizo apartar el dolor que dejó su madre con su partida, algo que jamás nadie había logrado, ni siquiera el alcohol. Y luego descubrir que es mi hija. ¡Mi hija con la mujer que siempre he amado!... Porque, aunque parezca hipócrita, a pesar de lo que le hice cuando niño yo estaba enamorado de ella...

Aún me odio por haber caído en el chantaje de mi padre. Stella podrá decir cuánto quiera que yo era un niño en ese entonces con demasiada presión sobre mí, pero eso no me justifica, soy más culpable aún que mi padre porque ella era mi amiga, la única persona que siempre estaba para mí cuando lloraba por las noches por la muerte de mi madre, rogándole a su padre que la dejara quedarse conmigo en la casa del árbol; la que siempre me sacaba una sonrisa y jugaba conmigo a cosas de chicos sin importarle que sus lindos vestidos se mancharan de barro en nuestras carreras en el patio. Yo la traicioné.

Decido dejar de pensar en el pasado y concentrarme en el presente. Viajaremos a Italia. Ella volverá a la mansión, aquella que tantos recuerdos guarda, tanto buenos como malos.

Cuando propuse la idea pensé que se negaría, lo dije como una opción más, porque sé que allá haré todo para protegerlas. Tengo los recursos para hacerlo. Nuevos guardias, bien capacitados, ex-militares la mayoría. No son muchos porque no lo creí necesario, pero contrataré más para rodear la mansión y que vigilen cuando vayamos. Mi hija no puede estar desprotegida y no lo estará. Tengo a Stella para prepararle deliciosas comidas, y quién sé que morirá al ver las personas que me acompañan; no le diré nada, prefiero darle la sorpresa.

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