Señor Salmón.

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Aquel pelirrojo se encontraba jugando con su mapache al que llamó Salmón, igual que a una cría humana lo arrojaba sutilmente por los aires para poder atraparlo entre brazos. Repetiría la acción múltiples veces, mirando con una enorme sonrisa al pequeño animal cada vez que éste regresaba a él; disfrutaba de su compañía y por fin había cumplido un sueño de su infancia: tener un mapache.
Sin embargo, por alguna razón, en una de las tantas atrapadas su mirada se vería perdida ante la del pequeño, estando así su mente completamente ida en recuerdos muy antiguos, los cuales generaron en él un repentino llanto.

🦝 ғʟᴀsʜʙᴀᴄᴋ 🦝

Un pequeño niño de cabellos rojizos y su madre se hallarían dando una corta caminata por las calles de una enorme ciudad, ambos mirando con asombro el contenido de cada vidriera; principalmente el pequeño quien se detendría en seco ante un enorme ventanal repleto de juguetes de todo el mundo, observando fijamente un singular peluche de mapache apenas un poco más pequeño que su propio cuerpo.
Su madre, quien lo miraría con una sonrisa se inclinaría casi hasta su rostro, acariciando su cabello y prometiendo comprarlo en su cumpleaños. El niño no diría nada, a fin de cuentas, no faltaban más de dos semanas para éste, por lo que continuaría su trayecto cómo antes, jugando con las hojas caídas y acariciando a cada perro que hallaba en el camino, observando maravillado cosas tan simples cómo el agua corriendo bajo los puentes y posando "heroicamente" ante la cámara para su madre.

Los días pasaban y él no dejaba de contarlos, ansioso por tener aquel peluche entre sus manos. Cuándo aquel día por fin llegó, tal cómo la mujer le prometió, dentro de una caja de un tamaño absurdo para el del peluche recibió con total alegría el regalo con el que jugaría por el resto del día, ignorando las palabras de su padre y a todos a su alrededor; menos a ella, con quien compartió su alegría cada minuto que pudo, contándole cada historia y aventura que tuvo con su nuevo amigo.

— Entonces Salmón y yo tuvimos que escalar el gran árbol del fondo para recoger nuestras cosas del escondite en la cima —.

Diría con total emoción el pequeño niño, sentado sobre el regazo de su madre mientras movía con total exaltación sus manos, entre las cuales sostenía a aquel de quien le comentaba.

Ella sonreiría al ver la alegría de su pequeño y le pediría prestado el peluche un momento, sosteniendolo delicadamente se acercaría a una de sus orejas, susurrando así un pedido que causó gracia al infante.

— Señor Salmón, gracias por traerle nuevamente la felicidad a mi hijo, no sabe usted cuánto extrañaba ver su hermosa sonrisa, por favor, protejalo de toda maldad y a cambio le daré toda la comida que usted quiera —.

Sus días pasarían de ser solitarios a estar compartidos con su amigo, dónde aquel niño esté era asegurado que Salmón también. Cada llanto, risa, juego, absolutamente todo lo compartía con aquel mapache...todo hasta que llegó la noche previa a aquel viaje familiar.

La casa se encontraba hecha un desastre puesto que la familia estaba organizando las maletas para partir a un viaje familiar, y el niño no paraba de llorar al no encontrar a su amigo, que aseguraba haber dejado sobre su almohada.

— ¡Jayden, ya lo he dicho demasiadas veces, te vas sin él y se acabó! — exclamó con total furia su padre — ¡No puedes llorar así por un peluche insignificante! —.

Sin embargo, sus gritos sólo empeorarían su llanto.

— ¡Mira lo que tengo aquí! —.

Diría agotada su madre, quien habría revuelto la casa buscando el peluche, pero prontamente éste sería arrebatado de sus manos por su pareja, quien bruscamente se acercó al niño cuyo llanto había cesado al ver nuevamente a Salmón.

— ¿Te gusta tanto éste trozo de tela cómo para llorar así?, pues, eres un hombre y no puede ganarte está mierda —.

El niño lo miraría sin comprender, tratando de quitarle el peluche.

Su padre sonreiría ante lo ingenuo que se veía su hijo tratando de quitarle la basura entre sus manos, por lo que posteriormente tiraría de éste con fuerza, separando la cabeza del cuerpo y comenzando a quitarle todo el relleno.

— ¡Papi, detente! — suplicaría en vano — ¡No le hagas daño, por favor! —.

Con desesperación se arrojaría sobre aquel hombre a quien siempre vio cómo una bestia, recibiendo a cambio un fuerte golpe en el rostro, volviendo en sí y regresando en silencio a armar su valija; comprendiendo nuevamente que jamás debe llorar, y mucho menos por cosas absurdas cómo simples juguetes.

🦝 ғɪɴ ᴅᴇʟ ғʟᴀsʜʙᴀᴄᴋ 🦝

Al darse cuenta de su llanto, dejaría al mapache en el suelo y correría a limpiar su rostro, observándose en el espejo y riendo amargamente.

— Parece que aún obedezco — comentó para sí mismo mientras regresaba —.

Se detendría un momento a observar al pequeño animal, el cuál estaba sobre la mesa, luego se acercaría y tomándolo nuevamente entre brazos, lo abrazaría con delicadeza y susurraría con la voz algo rota.

— Señor Salmón, gracias por hacerme feliz nuevamente, por favor, jamás me abandone —.

Jayden. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora