Asfixia.

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Tomaría el ascensor con temor, presionando los botones con su mano temblorosa; sabía que era riesgoso ir a aquella parte de la oficina pero su empleo lo obligaba. Al bajar los vería apoyados contra la pared del lado derecho, e ignorando su presencia caminaría rápidamente hasta la puerta del ejecutivo. Cumpliendo con su tarea dejaría el informe sobre el escritorio y mantendría una breve conversación.
Todo parecía marchar bien por primera vez, parecía estar en total calma y no veía a ese par de imbéciles por ningún lado, por lo que caminaría en calma nuevamente al ascensor, siendo detenido al sentir la presión de unas manos apoyadas en sus hombros, volteando rápidamente y volviendo a sentir el temor recorrer su cuerpo...eran ellos, y sus rostros no indicaban nada bueno; estaban completamente enfadados de que haya ignorado su presencia cómo si fuese quien para hacerlo.

No supo cómo, ni cuándo, pero en cuestión de segundos se encontraba apoyado contra la pared del baño, totalmente aturdido y sintiendo su estómago doler cómo una puta tortura nuevamente, con ellos frente a él, mirándolo con desprecio y riéndose de su imagen. Cómo lo ingenuo que era intento levantarse, cosa que empeoró su enfado, ¿la diversión creía que podía marcharse con ellos allí?
Una fuerte patada acabó por hacer que escupa un poco de sangre, llevándolo a suplicar a ese par que se detengan. De pronto, su rostro se volvió el centro de atención, recibiendo un fuerte puñetazo en el ojo, junto a varias cachetadas, una tras otra.
Claramente eso no acabaría allí, se divertían cómo nunca, ¿y con que joder a un fumador?
Una fuerte mano rodeó su cuello ejerciendo presión en éste, levantándolo del suelo y asfixiándolo contra el muro, comenzaba a desesperarse y no dejaba de retorcerse, acabando por ser liberado pocos segundos antes de desmayarse ante la falta de aire.
Tras dar una última patada a su estómago se marcharían, dejándolo allí tirado. Pasaría minutos arrastrándose hasta algún cubículo, dónde cerraría la puerta con el peso de su cuerpo y descansaría por horas, al menos hasta poder ponerse en pie nuevamente.

Al regresar a casa y ver aquellas marcas supo perfectamente que no asistiría al trabajo por días, debían sanar porque no se podían ocultar. Sin embargo, aquello no le preocupaba, sino el asco que le generaba llevar la marca de aquel tipo en su cuello, ver esos dedos allí lo desesperaban y le generaban náuseas.

Realmente odiaba su vida.

Jayden. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora