II

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[...]

     No sé dónde estoy, ando encerrado en algún lugar de paredes negras. ¿Mi habitación? Está un poco diferente, pero se parece mucho. Hay alguien de cabellos marrones llorando en donde duermo, tiene el rostro oculto en su brazo derecho, apoyado en la esquina de la cama.

     —Yo solo quiero ayudar —murmuraba repetidamente, algunas veces ahogaba sus palabras en los llantos y no terminaba de pronunciarlas. Sé que soy yo, esa ropa es la que estoy usando en estos momentos, pero no se siente como si fuésemos la misma persona.

     —Yo solo quiero ser feliz —dijo, dirigiendo su mirada hacia mí.

     Sus ojos estaban muy cansados, incluso perdían ese azul vivo.

     —No me dejes hacerlo, Niall. —Se levantó del suelo—. Por favor, no dejes que eso pase.

     Luego enloqueció, empezó a gritar y a correr hacía mí, y justo antes de que impactara, me despertaron.

     A empujones bruscos. lograba recuperar conciencia y ver a los del pueblo, o gran parte de ellos. Todos mirándome desde arriba, estoy tumbado en el suelo, en una pequeña fosa. Huele fatal, algo tuvo que pudrirse en esta tierra.

     —Yo te puedo ayudar —recuerdo haber susurrado en esos segundos luego de volver a la realidad, una y otra vez.

     —¿Niall? —interrumpía mis pensamientos Julia, madre de uno de los niños que me habían traído.

     »Parece que te caíste, cariño —extendió sus manos para pedir al resto que me dieran espacio—. ¿Qué pasó? ¿Cómo te hiciste eso?

     —¿"Eso"? —Todavía no estaba totalmente despierto luego de la caída, todo parecía muy surrealista a mi alrededor. En mi cabeza retumbaban los llantos de ese sueño.

     —¿No te duele? —pregunta una de las otras señoras que frecuentan las calles con los niños.

     Miro a mi pierna, donde todos prestaban atención. No llegué a ver realmente el problema hasta despertarme luego del desmayo. Me asusté mucho al sentir esa punzada por toda la espinilla y verla doblada de una forma extraña. Perdí conciencia por hacerme unas ideas equivocadas de lo que en realidad fue.

     Tenía esa zona totalmente rota, se podía ver parte de la pantorrilla, donde se curvaba hacia adentro. No me dolía, no en ese momento, pero cuando el doctor del pueblo intentó curarme, podía jurar que la prefería rota antes de tener que enyesarla. Por suerte, tenía los materiales suficientes para eso. Creo que no paro de quejarme de esto, pero Leeds es un lugar muy pequeño y los verdaderos doctores están en la ciudad. El nuestro supuestamente cursó algunas clases de medicina, aunque fue más como una preparación básica para poner en práctica. Los materiales eran un suplicio de conseguir en esta parte tan alejada. Hacía mucho tiempo tenía el yeso sin usar, era algo bastante preciado entre su colección de primeros auxilios.

     Desperté por la madrugada, dando gritos de loco, teniendo la misma pesadilla. Mis padres ni se molestaron en comprobar si me pasaba algo. Seguía ahí, en la soledad de mi cuarto, pudiendo estar muriendo por un asesino que entró por mi ventana o teniendo algún problema con mi pierna. De hecho, ¿sabes? Llevo un tiempo quejándome también de la falta de atención. ¿En realidad me sorprende que no vengan a ver qué pasa? Mal de mí, que sigue pidiendo a gritos, inconscientemente, un poco de afecto. Pero ninguno de los que se intentaran poner en mi lugar lo entenderían. Todos tienen metas, un pequeño talento al que agarrarse para seguir adelante, como una soga de escalada. Lamentablemente, el mío era un poco resbaloso y caí. Pero pude aferrarme en último momento al de esos dos, a sus esperanzas de ser útiles y vivir de eso, refugiarme a la sombra de sus logros, o tal vez de su atención, no me importa mucho de lo que sea. Pero no me quiero castigar por ello, ninguno reprendería a Ícaro por querer volar cerca del Sol.

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