IV

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     —Lo odio todo.

     ¿Por qué tengo que caminar por calles con tantas personas? Me están mirando raro, seguro se están burlando del que ve bichos raros.

     La ciudad es repugnante, gente que no te conoce y aún así te miran con el asco de haberte odiado toda una vida. Hay un ruido descomunal, ayer por la noche escuché varios gritos que me despertaban a cada hora. También, muchos lugares horrorosos abandonados, que lo único que los salva de no quedar totalmente grises y feos, son las pintadas callejeras. Un ambiente muy pesado, cuesta incluso más respirar aquí.

     Oigo a la gente quejarse de los pequeños pueblos, ¿pero en serio no les da asco vivir encima de esta basura?

     Ayer llegó el tren en el que veníamos, no sé ni cuántas horas estuvimos ahí. Al tomar asientos, me quedé dormido por completo, así que fue un plus de haber viajado. Llegamos por la noche, me despertó mi madre mientras zarandeaba mi hombro. Supongo que estas veces no le estuve dando tanto asco.

     Tuvimos pequeños problemas con los tickets, pero no culparía a nadie por pensar que eran falsos. Creo que son pocas las historias de personas que logran salir de esa basura de lugar. La mercancía viene con remitente de este lado para ser recibida en el propio Leeds. Los guardias solo comprobaban que no falsificamos nada, lo molesto fue que lo intentaban ocultar de la manera más absurda posible, tratándonos de idiotas.

     —Bienvenidos a Luton. —pronunció lentamente, estaba concentrado en comprobar los sellos de los pasajes.

     Después de perder otra hora en esa cabina, buscamos motel, el más barato posible. Teníamos que estar una semana y media en esta ciudad porque los pasajes de vuelta ya son un poco más complicado. Hasta ahí medianamente aceptable, a parte de las pésimas condiciones de la habitación, todo correcto, supongo. Pasamos ese día durmiendo, creo que habré recuperado ya todas las horas de sueño perdidas con eso.

     Y hoy me tocaba cita con la psicóloga, tenía que ir yo solo, caminando más encima. Lo mejor era ahorrar todo lo que pudiéramos. Estaban esta gente que me observaban todo el rato, me incomodan mucho, si me siguen mirando voy a empezar a actuar raro sin yo quererlo. Pero luego recordé que no es el pueblo, ni tan siquiera me conocen. Apresuré el paso y me olvidé de la gente que por mi lado transitaba, incluso me ahorraba tiempo en esas calles con olor a comida basura. Casi nadie caminaba por esa zona si no iba a comprar algo, todos deben odiar ese aroma de aceite y grasa en su ropa. Lamentablemente, me di cuenta muy tarde.

     Llegué a un edificio bastante aceptable comparado con el nuestro. Tenían hasta portero, el cual, por suerte, me dijo en qué piso se encontraba ella. Toqué la puerta y me abrió una señora de unos cuarenta años, supongo que de la edad de Julia, pero era alta, casi tanto como yo. Tenía muchas más marcas de edad en la cara y pequeñas canas en el pelo negro que llevaba recogido. Por el resto de las cosas, era bastante normal, una señora del montón. Parecía una mujer de lo más entrañable, me remordía tener que contarle cosas tan fuertes. Desde que entré al edificio tuve en mente abrirme a esta señora lo más rápido y fácil posible, era una única sesión y no podíamos permitirnos otra, ni aunque fuera de total urgencia. Si tan solo mis padres dejaran de vivir del dinero de Ben...

     Me invitó a pasar, sin preguntar tan siquiera mi nombre, tal vez Julia le haya contado lo básico. Me llevó hasta la sala de estar, era bastante elegante, un sofá marrón de cuero, paredes blancas y muchas plantas sencillas; todas las pequeñas mesitas tenían como mínimo un ramillete de margaritas. Era una estructura como los apartamentos modernos, las ventanas eran inmensas y se podía ver grandes vistas, lo bonito del cielo contrastando con el gris de la mayoría de edificios de la ciudad. Aunque era extraño, a pesar de ser la sala principal, no tenía muchas cosas, ni una mesa, ni una tele, solo muebles. En cuanto a la consulta, le dije que estaba dispuesto a ser lo más sincero posible, ella sabía por qué ya, un alivio de señora. Se llamaba Anne y empezó a hacerme preguntas muy típicas de personas que se acaban de conocer.

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