XIX

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     Ese día, por la mañana, faltaba alguien en la casa. Y creo que se notaba demasiado. Adam era el que siempre se la pasaba haciendo ruido, poniendo la televisión al máximo volumen o escuchando en altavoces la primera canción que se le apeteciera en ese momento.

     Lilith, ahora, se la pasaba en un rincón de la cocina, asimilando los nuevos medicamentos que debía tomar. Pasé un mal rato al verla en una esquina sin moverse. Douglas la obligó a tomar su medicación, parece que la había dejado porque no le gustaba nada, anda tirada en el suelo, con la mirada perdida en las luces de la bombilla del techo. No se siente ella, por primera vez, la veía sin una expresión de verdad. Tenía la boca abierta, parecía sedada del todo.

     Pudo tener momentos de lucidez que aproveché para hablar un poco con ella. Sé que prometí dejarlos hoy, pero no pude. Verla en ese estado es desgarrador, Lilith en realidad no tiene la culpa. No puedo tampoco creerle a Adam que lo hace por gusto. La medicación sí hacía efecto en ella, pero algo primitivo: "No puedes mentir si no puedes hablar", o al menos eso era lo que veía en sus pupilas.

     Me había pedido perdón, de corazón. Me explicó poco a poco también que la medicación solo retenía las mentiras, como un globo.

     —Era más fácil escupir mentiras todo el rato que escucharlas hablar una y otra vez en mi cabeza. —fue una de las cosas más horribles que me alcanzó a decir.

     Douglas dejó de lado esa apatía y empezó a cuidar de ella luego de haberle pedido perdón también y explicarle lo mismo que a mí. Prometí quedarme en la casa, por lo menos hasta la vea mejor. Su relación vuelve a ser una de amistad, pero es muy frágil, otra jugada de esas marcaría su final como amigos.

     Descubrí que lo de ellos también era una clase de dependencia, Lilith necesitaba el control y responsabilidad de Douglas. Él, en cambio, necesitaba darle un poco más de color a su vida. No digo que sea algo malo, solo que pueden llegar a pasar cosas como ahora.

     Dejando de lado la tristeza, o por lo menos intentándolo, seguimos poco a poco recuperando la rutina. Lilith pasó de moverse por los suelos a mantener la postura y caminar lentamente, como quien se recupera de una fuerte herida. Douglas y yo mantuvimos conversaciones más corrientes, hablábamos del día, de nuestra infancia, de los programas que nos gustaban. En realidad, podría haber sido amigo de ellos si no hubieran ocurridos estas circunstancias. El tema de Adam seguía en el ambiente, pero fue mejor ignorarlo. Ellos dieron el gran paso y lograron entrar a su habitación, recoger un poco sus cosas y guardarlas en cajas. Lilith no ayudó mucho, la verdad, la mayor parte del trabajo lo hizo Douglas.

     —¿Y si viene mañana y no hay nada en su habitación? —preguntaba todo el rato, intentando que dejáramos todo en el lugar.

     —Será más divertido ayudarlo a subirlo de nuevo. —respondía él.

     Y poco a poco fueron teniendo un trato mucho más gentil, se separaron de la vida con Adam y fueron asimilando todo por su cuenta, esta vez de una manera sana. Pero todo se fue a la basura los días que ella empezó a hacer vida normal de nuevo, estaba adaptada a todos los medicamentos y hablar mientras caminaba ya no era una tarea imposible. Se empezaba a escapar cada día, iba al parque gigantesco aquel y esperaba a Adam.

     Esto se repitió durante las dos semanas más que permanecí allí.

     Recuerdo que se escapaba por las tardes, cuando las tareas de la casa se acumulaban incluso para mí y nadie podía vigilarla. Fue una gran susto la primera vez, no teníamos ni idea de qué había pasado. Instintivamente, ambos fuimos al hospital, esperando no ver unos cabellos rojos descendiendo al suelo. Nos cansamos de buscar y preguntar, hasta que Douglas tuvo la idea de dirigirse hacia ese banco. Él tampoco pensaba que ahí estuviera Lilith, pero era una de las últimas opciones.

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